El miércoles comencé un curso de la Universidad de Oviedo/Uviéu enfocado a estrategias para mejorar la comunicación personal y profesional de manera eficaz. En los tiempos que corremos, ser conciso y acertar en decir lo más llamativo en veinte segundos es una tarea que parece fácil, pero como todo y dependiendo del asunto, a veces es imposible conseguirlo. Sinceramente creo que no es bueno que normalicemos lo breve. Pensar, opinar y actuar «a golpe de titular» sin ir al fondo de un problema nos convierte en personas muy frágiles, muy fácilmente dominables. Yo tengo amigas y amigos que cuando les envío un PDF de muchas páginas lo primero que me piden es que les haga un resumen. Es evidente que los reels de Instagram y Tik Tok son la tendencia del momento y son el equivalente en imagen y sonido de los titulares en los medios de comunicación. Reconozco que no me gusta que se rehúya de los debates y que discrepo el que cada vez más en los estilos de comunicación prime un mensaje unilateral hecho por alguien que, muchas veces, ni se sabe quién es (que plasma en un argumentario una posición oficial para que el resto de sus correligionarias y correligionarios lo expandan en su área de influencia). Las personas no somos robots ni loros, y tampoco hace falta retroceder hasta los tiempos de Sócrates como creador de la primera escuela de oratoria en Atenas (defendía el maravilloso arte de hablar a través de un discurso profundo, estudiado, educado y con los objetivos de persuadir, informar y convencer), pero no demos por buena la postverdad (ganar el relato) por evitar la confrontación de ideas y pensamientos.
Estos días estamos viendo por toda España (curiosamente en Galicia no, y se ha dicho explícitamente que es para no influir en las elecciones autonómicas) movilizaciones del mundo rural, y la idea principal que están intentando difundir es que no pueden aguantar más (como lo dice también Cayetano Martínez de Irujo) mientras pasean por zonas urbanas sus tractores (los cuales desconozco cuándo han sido adquiridos, pero por las fotografías y los vídeos que he visto tienen una apariencia muy buena). Con estas movilizaciones está pasando algo parecido a la que ya vimos años atrás con el mundo del transporte «a golpe de titular». Las y los convocantes simbolizan con sus vehículos su problemática e intentar buscar el apoyo popular con mensajes con los que obviamente solo se puede estar de acuerdo. No conozco a nadie que no apoye el correcto funcionamiento de la cadena alimentaria (es decir, la y el agricultor ni la y el ganadero no pueden vender a pérdidas) porque, tal y como decía Emiliano Zapata, la tierra es para quien la trabaja (no para quien pueda pagarla, que lamentablemente es lo que está ocurriendo en muchos casos porque hoy en día no es fácil emprender un negocio agrícola para una familia humilde por sus altos costes). Ahora bien, no puedo compartir las críticas a la modernización del sector primario, especialmente en lo relativo a cumplir con los objetivos encaminados a la sostenibilidad medioambiental y a elevar la productividad sin que suponga daños en el ecosistema. Debemos poner todas y todos de nuestra parte para hacer un frente común al periodo de emergencia climática que amenaza nuestro futuro. Es absurdo negar sus terribles consecuencias. ¿Cuántos días lleva sin llover y que está provocando cortes de agua en algunas comunidades autónomas? En el caso de la industria agroalimentaria se utiliza más agua de lo debida. A mi juicio es esencial llegar a un acuerdo (como en Doñana) para alcanzar un equilibro que no tensione los recursos hídricos disponibles (se precisa disminuir el consumo y localizar extracciones ilegales), y por eso lamento mucho ver a través de los medios de comunicación pancartas y peticiones contra estos objetivos.