Votad, votad, malditos

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

Joaquín P. Reina | EUROPAPRESS

07 feb 2024 . Actualizado a las 08:51 h.

Entre cancelar a Las Vulpes y al programa donde, en 1983, cantaron Me gusta ser una zorra y sellar el pasaporte para Eurovisión 2024 a Zorra, hay un largo camino que desmonta la sospecha de que en los años ochenta había más libertad y menos censura que ahora. Por muchos flecos que queden todavía por cortar, por ejemplo, el de poder decir que la canción de Nebulossa te gusta o no te gusta sin arriesgarte a ser etiquetado.

TVE abandera este tema con cabeza alta y apoyada en la aclamación popular, en toda la legitimidad democrática que puede brindar el borroso sistema mixto implantado por el Benidorm Fest. No hace falta una ley D'Hondt para esto. Los presentadores de las galas habían avisado repetidas veces de que el voto del público sería decisivo en esta edición. Y así sucedió. Con un empate técnico entre dos candidatos («¡por primera vez en la historia!», decían de un concurso que tiene solo tres años), el salomónico jurado centró el tiro para dejar que los eurofanes remataran a puerta. Fue una manera sagaz de guarecerse de los gritos de «¡tongo!» hacia los jueces que empezaban a arreciar entre la concurrencia. Y un buen intento de azuzar un televoto de pago que languidece progresivamente, de los 192.000 mensajes que se enviaron en la apoteósica primera edición a los casi 35.000 de la segunda y cerca de 26.000 en la tercera.