La semana pasada llegó la nieve a la Cordillera Cantábrica, no en cantidad ni calidad pero sí la suficiente, y abrieron las estaciones de esquí. Sé que ahora se llaman «estación invernal y de montaña», pero me niego a esa cursilería, seguiré hablando y escribiendo «estaciones de esquí»; no por sectarismo y desprecio de otros deportes de invierno, ni mucho menos, sino por tradición y porque así lo he hecho desde que muy pequeño me acerqué a esta pasión mía que es deslizarse sobre la nieve.
Abrir, abrieron, pero con retraso y pocos espesores. Era lo que había, y la gente se lanzó en masa a las montañas. Las ganas apremian, y el mono de esquiar o hacer snow de algunos estaba en cotas elevadísimas de dependencia. Poco se habla de la adicción y el disfrute que genera esta droga blanca nada dañina y recomendable a todos, sin importar edad ni condición. Volver a sentir como crepita la nieve bajo las tablas es una de las sensaciones más placenteras que he experimentado en la vida, deslizarse montaña abajo a velocidad es una de las formas más sublimes de libertad y nos da la medida de nuestra insignificancia frente a la brutal naturaleza que nos envuelve y recoge.
Parece ser que estas aperturas tardías de las estaciones van a ser la tónica habitual, o eso dicen los «expertos», en la Cordillera: temporadas cortas, nevadas copiosas a partir de enero, y muy intensas. Concentrándose en poco más de dos meses el periodo de esquí. Dios se apiade de los profesores y demás profesionales de la nieve. Aunque, quién sabe, está claro que el clima está cambiando y se ve alterado respecto a treinta o cuarenta años atrás, pero hace dos años en noviembre ya estábamos montañas abajo.
La alegría dura poco en casa del pobre, y de las cuatro estaciones principales que disfrutamos los asturianos (San Isidro, Valgrande-Pajares, Fuentes de Invierno y Leitariegos): Fuentes cerró y las otras subsisten con apenas unos metros en las pistas de iniciación. Con lo que tardaron en llegar las deseadas nevadas y ahora se van a una velocidad pasmosa, delante de nuestra cara, consumidas por el agua, la niebla y unas altas temperaturas que torpedean la línea de flotación de los amantes del blanco elemento. Y parece que esta tónica se va a hacer extensible en el calendario, apenas se prevén precipitaciones en forma de copos en los próximos días. Los hay que en tono jocoso hablan de un hecho insólito: «La apertura y el cierre de la temporada en un mismo día». Queremos volver a ver nuestras montañas blancas.
Sin olvidar que los deportes de invierno no son sólo diversión, también un negocio:n cientos de familias viven de ello y están pasando uno de los peores inviernos, cuando esta se planteaba, a priori, como una de las mejores temporadas de la historia. Esperemos que vuelva pronto la nieve, y que este «hola» no se convierta en un «adiós», que se quede en un ‘hasta pronto’.
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