Hay a quienes les horroriza que se compare la actual marea blanca del buque Tocanao con la marea negra del Prestige.
En términos cuantitativos, nada que ver: 70.000 toneladas de chapapote vertidas por el Prestige frente a 25 del Toconao. Sin embargo, aunque el gobierno central y el de la Xunta traten de quitarse de encima las similitudes y culparse los unos a los otros por la cercanía de las elecciones en Galicia, las hay, y, lamentablemente son muchas.
Prestige y Toconao son buques que navegan por aguas internacionales bajo bandera de conveniencia, como la inmensa mayoría de ellos, lo que les permite saltarse las normas de seguridad marítima y las condiciones en la contratación de personal en cuanto a condiciones laborales, cualificación profesional y experiencia en muchos casos. Detrás de todo ello hay un enorme entramado societario que hace difícil saber quién es quién.
El escenario en el que se producen los hechos es prácticamente el mismo. Al Prestige se le rompe un tanque que se inunda de agua cuando navegaba a la altura de Finisterre, y ahí se inicia lo que iba a ser una gran catástrofe medioambiental y de incalculables consecuencias.
El Toconao navegaba unas millas más al sur cuando pierde 6 contenedores, de los que uno contenía las ya famosas bolitas de plástico.
En ambos casos, son los flujos de las corrientes marinas que circulan frente a las costas de Galicia las que se encargan de repartir los contaminantes por todo el litoral gallego y llevarlas posteriormente por toda la cornisa cantábrica.
En ambos casos son los responsables políticos el gobierno central y el de la Xunta de Galicia, los que evidencian su manifiesta incompetencia, ya no para resolver un accidente marítimo más, sino para entender lo que estaba ocurriendo y actuar con la profesionalidad, el conocimiento y la eficacia necesaria. «Que lo manden al quinto pino». «Son solo unos hilitos de estiramiento vertical». «El chapapote se congelará en el fondo». «Las playas están esplendorosas». Y al frente de aquella tropa de incompetentes un director más incompetente aún, que se esconde, que no se atreve a dar la cara, porque le da miedo asomarse a su manifiesta incapacidad para afrontar un simple problema. Un asunto de manual de principiante, de no saber distinguir la mar de un lago. Ya lo demostró con todos los accidentes anteriores. Blue Star, Bentago Exprés, y lo remató con el Villa de Pitanxo, cuyo informe final aún no se ha presentado. El 15 de febrero se cumplen dos años del hundimiento del pesquero en Terranova. Ambos tecno burócratas navales han sido nefastos para el sector marítimo.
En ambos casos la Xunta de Galicia ha recurrido a ocultar, manipular, mentir y demostrar su incapacidad para gobernar en Galicia, donde el mar y tierra se penetran mutuamente. En su época Fraga cavó su tumba política con el Prestige. Feijóo hundió la pesca y no fue capaz de dotar al sector marítimo de estructuras y políticas acordes con la importancia que tiene el sector marítimo en Galicia. Su sucesor, Rueda, en unos pocos días ha hecho el ridículo con los pellets para dejar patente su incapacidad para gobernar Galicia. Lo han retirado del asunto Tocanao, ya no da la cara, también se esconde, y cuando no tiene más remedio que hablar del asunto, se pierde. Han dejado solos a los alcaldes en la lucha contra las bolitas. Niegan que entrañen peligro para la cadena alimenticia, pero no pueden acreditarlo, porque saben que el riesgo es, dicho por los expertos, más que probable.
Por su parte el consejero del mar, ha puesto el broche de oro a su brillante gestión de la marea blanca, haciendo un alarde de sus conocimientos marítimos y de su autorizado criterio de la inocuidad de las bolitas de plástico en el caso muy probable de que sean ingeridas por los peces que comemos. Ha puesto cara de autoridad y ha dicho: no hay problema porque, «Es como las personas que accidentalmente comemos un plástico, que entra por donde entra y sale por donde sale», una frase para la historia. En otras palabras, que importa que los peces que comamos estén atiborrados de plásticos y componentes desconocidos, si a fin de cuentas ya saldrán por donde tienen que salir.
La situación que vive la marina civil tanto en Madrid como en Galicia es muy grave, está en manos de auténticos fatuos, incapaces de hacer frente a una realidad que les supera a cada paso. Un oropel que se degrada día a día y en cuanto surge un mínimo problema serio, lo pueden convertir en una catástrofe. Ya lo hicieron con el Prestige.
Galicia vuelve a correr el riesgo de caer en manos de un gobierno de caciques e incompetentes con vocación de perpetuarse, pero no solo ellos, también este tipo de desastres ecológicos de incalculables consecuencias.
Comentarios