En las últimas semanas se escucha, con frecuencia, que este año la gripe produce síntomas durante más días de los habituales y que incluso, en ocasiones, llega a durar un mes. A día de hoy no hay ningún estudio científico que avale esta suposición. Aparentemente esta enfermedad se está manifestando con las características clínicas habituales. Precisar que estas impresiones son frecuentes, todos los años, durante las semanas que coinciden con el período más álgido de contagios, no hay más que consultar, por ejemplo, las hemerotecas de hace un año, los comentarios fueron similares.
La gripe es una enfermedad vírica que cursa fundamentalmente con tos, dolores musculares y fiebre. Este aumento de la temperatura no suele durar más de 4-5 días y las mialgias en torno a una semana; lo que puede persistir más tiempo es la tos ya que con frecuencia se mantiene, de forma residual durante varias semanas, naturalmente si todo va bien, con una tendencia paulatina a la mejoría. Esta infección, en la actualidad, no tiene tratamiento alguno que acorte su duración —los antibióticos no son efectivos frente a los virus— por lo que la medicación que utilizamos para combatirla (analgésicos antitérmicos, expectorantes, antitusivos) es exclusivamente para aliviar los síntomas pero no interfiere en la evolución del proceso; podemos decir, por tanto, que el término «medicamento antigripal» es, en cierta medida, inadecuado. Es muy acertado ese viejo dicho popular ya que es real como la vida misma: «La gripe con tratamiento dura una semana y sin tratamiento siete días».
Si hay algo que caracteriza a la epidemia gripal de este año es su elevada contagiosidad. Durante la primera semana de enero, aproximadamente el 25 % de las personas que manifestó síntomas respiratorios agudos sufrió una gripe, muy por encima de los casos de covid.
Varios motivos pueden explicar que las molestias respiratorias, en el contexto de una gripe, se prolonguen en el tiempo. El primero de ellos ya se ha comentado: la persistencia de síntomas residuales. Aunque es excepcional en personas sanas, también existe la posibilidad de que se produzcan complicaciones como por ejemplo una neumonía gripal; en este caso la evolución no tendería a la mejoría sino al empeoramiento. Por otra parte, hay que tener en cuenta que durante el proceso gripal, de alguna manera, se debilita nuestro sistema inmunitario por lo que una vez que ya se ha pasado el episodio agudo, y se inicia la recuperación, el paciente puede sufrir una infección por otro virus respiratorio (son muy numerosos los microorganismos que muestran especial apetencia por este aparato del cuerpo humano). Lo que pensamos que es una enfermedad son, en realidad, varias concatenadas. Durante este último mes los médicos de familia hemos atendido a pacientes que poco tiempo después de sufrir una gripe se contagiaron de covid. Por último, también puede ocurrir que, durante la convalecencia del proceso gripal, se produzca una sobreinfección bacteriana.
En cualquier caso, disponemos de una herramienta magnífica —muy eficaz y segura— para evitar o mitigar estos problemas: la vacunación. No duden en hacerlo, aún están a tiempo.
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