El concejal Javier Ortega Smith reaccionó así hace días a su reprobación por el Pleno del Ayuntamiento de Madrid: «Me importa un rebledo». El edil recurrió a una frase, me importa un bledo, con la que quien la emplea expresa que algo no le importa, pero prefijó ese bledo con un re- que ahí funciona como refuerzo expresivo. Con tal función suele aparecer en interjecciones, como releche, releñe o recontra. El caso es que muchos periodistas se quedaron más con la respuesta del edil que con aquello a lo que contestaba.
La construcción importar un + nombre de cosa insignificante para dar a entender que algo no tiene valor para quien así se manifiesta se emplea desde principios del siglo XVII. Guillén de Castro escribe en una comedia de 1612: «Ni el mezclar en esto al Conde ni a tu esposa importa un clavo». Tres años más tarde es Cervantes quien la utiliza, también en una comedia: «Siempre quieres saber lo que no te importa un pelo». No mucho después ya aparece no importa un bledo. Este uso con bledo, nombre de una planta comestible que suele darse a los cerdos, toma fuerza a partir de entonces y también empiezan a entrar en escena rábanos, cominos, pitos (silbatos) y pepinos. Forman parte de ese catálogo carajo, pimiento, guinda, pitoche —un sinónimo de pito—, tres puñetas, garbanzo, cuerno, ardite e higo. Algunos son cosas útiles e incluso valiosas, pero insignificantes si se toma un solo ejemplar. Pero cuide el lector su elección, pues alguna de estas variantes de la frase, como importar un carajo, tan frecuente en la obra de Vagas Llosa, se considera vulgar.
Las posibilidades expresivas del español son inmensas. Así, este importarle un bledo a alguien o traerle sin cuidado son sustituibles por refanfinflársela, como observa el profesor Pedro Álvarez de Miranda, que escribe a propósito de esta última construcción: «Y asentirá, de nuevo, el lector a la certeza de que el pronombre la de dicha construcción se refiere in absentia a cierto aparejo de la anatomía masculina, de acuerdo con el modelo establecido por otras expresiones paralelas, y aún más vulgares, en las que ocurren —con perdón— los verbos sudar, soplar y traer (floja, pendulona)».
Si el concejal que optó por recurrir a un bledo reforzado hubiese empleado un malsonante me la refanfinfla habría logrado titulares de tamaño más grande, pero con mayor escándalo.
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