Aunque no lo parezca, hay cosas peores que el que se haya agotado en las rebajas esa prenda «que lleva tu nombre». Hay cosas peores que comerse un atasco de quince minutos de camino al trabajo. A lo mejor es difícil imaginarlas, pero incluso hay cosas peores que asistir al espectáculo déjà vu de un grupo de políticos arrojándose montañas de pélets de plastico a la cara, aquí en Galicia. Hay imágenes incluso peores, aunque de cuando en vez se pierdan en algún cajón de la memoria. Pero en un instante están de vuelta. Como este retrato presuntamente amable de Vladimir Putin, el ¿hombre? de todas las rusias hablando por un teléfono extrañamente analógico con una niña de 8 años. El Putin ¿más humano? participando en un evento benéfico de Año Nuevo. Sí, pobre niña. Sí, inútil propaganda. Pues hay gestos que cuanto más intentan pasar por buenos, más se convierten en la viva imagen de todos los horrores, los habidos, y los que están por venir.
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