Pedro Sánchez es el calvo de la lotería, pero con pelo. Un hombre, dicen, capaz de cambiar tu suerte por un puñado de votos. Pere Aragonès sabe que tan pronto te aprueba una amnistía como te niega un referendo, lo cual en este caso puede ser la antesala de que se celebre, de todos es sabido que en cualquier momento Donde dije Pedro hace de su necesidad, perdón, de la necesidad virtud. El presidente del Gobierno acaricia y susurra algo a Pere en Barcelona como no va a acariciar ni a susurrar nada hoy a Feijoo. A esto le llama «normalidad y cordialidad institucional». Está escrito que en este sorteo navideño a Alberto no le va a caer ni el reintegro, claro que es cierto que, para que toque, primero hay que comprar al menos una participación. A la lotería de Pedro le falta algo de emoción. En ella, la suerte parece echada de antemano. O sea, que ya puede poner uno carita de perrete Aragonès que el gordo, ay, el gordo se va a ir, sí o sí, para Waterloo.
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