Ingreso de Ucrania en la UE: un espejismo útil

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Charles Michel, en una imagen de archivo
Charles Michel, en una imagen de archivo

16 dic 2023 . Actualizado a las 12:15 h.

Se felicitaba ayer el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, del acuerdo alcanzado entre los países de la UE para dar inicio al proceso de integración de Ucrania y Moldavia, y lo presentaba como un triunfo de Europa. Pero bajo esta retórica hay una realidad mucho menos satisfactoria. Es cierto que se ha sorteado el veto de Hungría, pero ha sido a costa de entregarle unos fondos que se le habían retenido como medida de presión para que desista en su erosión del Estado de derecho. De modo que para apuntalar una retórica, la del espíritu europeísta, se debilita otra, la de los valores europeos. La conclusión inevitable es que ni una ni otra son completamente sinceras y que están al albur de las circunstancias. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, sabe ya cuál es el juego. No ha vetado el inicio de las negociaciones de ingreso de Ucrania, pero sí el paquete de ayuda a este país, mucho más urgente y necesario en este momento. Con esto espera conseguir que el resto de las sanciones que pesan sobre Hungría se queden en nada. Deja que Bruselas se permita el capricho de presentarlo como un éxito frente a la cerrazón de Budapest, pero Orbán sabe que no está cediendo en nada importante, porque el proceso de integración de Ucrania en la UE es, y esto es lo esencial, un brindis al sol. Turquía, que estuvo años llamando a la puerta para nada, es un buen ejemplo de esto. Los procesos de adhesión son lentos, complicados y sujetos a constantes reevaluaciones a medida que van cambiando de signo político los gobiernos de los países miembros y los altos cargos europeos.

Más vale que sea así, porque la verdad es que Ucrania no está en condiciones de integrarse en la UE ni lo estará en muchos años, y no solo porque se trate de un país en guerra. Sus fallos de gobernanza son tan serios y sus problemas económicos tan graves que, con su tamaño, podría llevarse por delante a la Unión si entrase en ella antes de tiempo. Esto lo saben los líderes europeos, pero hay razones para alimentar las falsas esperanzas de Kiev. La principal es probablemente la más superficial: ofrecer la entrada a Ucrania no compromete a nada y mejora sin coste la imagen de los líderes europeos. Interesa también a la burocracia bruselense, que se alimenta de estos procesos burocráticos que requieren toneladas de informes y reuniones. También hay motivos más serios: se trata de un medio por el que la UE, cuya ayuda militar a Ucrania nunca llegaría a igualar a la de Estados Unidos, puede mantener algo de control e influencia sobre Kiev. Tal y como van las cosas, con el fracaso de la ofensiva en la que Ucrania había puesto tantas esperanzas, y con la amenaza de una victoria republicana en las elecciones de Estados Unidos que podría limitar el envío de armamento, quizás pronto Kiev se vea obligado a una negociación de paz con Moscú. Si eso sucediese, Bruselas tendría en sus manos una herramienta para influir en Ucrania para que llegue a un acuerdo que la UE considere aceptable para sus intereses.