Tomo prestada la frase de Santiago Solanas, CEO de Cegid, para hablar de talento. Según Gallup, España es uno de los países con menor compromiso de los empleados (implicación y entusiasmo en su trabajo y en su lugar de trabajo) de toda Europa, ocupando el puesto 35 de 38 países. En el nivel de estrés que soportan los empleados, España escala puestos hasta el 22, y en ira (¿ha sentido usted ira en las últimas 24 horas) ¡está entre los diez primeros! Esto, sin duda, afecta a la productividad y esta al rendimiento. Menudo panorama.
Y nos podríamos preguntar si esto tiene que ver con connotaciones culturales, «los mediterráneos —bueno, en nuestro caso, los atlánticos— no somos anglosajones que consagramos nuestra vida a trabajar; nosotros, los españoles, trabajamos para vivir». No, nada de eso. Gallup compone este índice sintético a partir de preguntas que van directas a cómo se gestiona en el entorno laboral y cómo es la experiencia empleado. En realidad, las preguntas se centran en que los profesionales saben lo que tienen que hacer, tienen lo que necesitan y cuentan con el apoyo de su jefe y de su equipo.
Un catalizador de cambio verdaderamente importante es modificar la forma en que se gestionan las personas. Hay que ser valiente, es la hora de deconstruir las organizaciones y reinventar el trabajo. Una parte importante de los cambios vendrían por mejorar los estilos de liderazgo, impulsar una cultura de reconocimiento e intensificar las oportunidades de desarrollo profesional.
Pero muchas compañías están todavía hoy orientadas a cuerpos y, si me apuras, a cuerpos presentes: ¿cuántos han venido a trabajar hoy a la oficina? Esta falta de empatía reduce drásticamente los valores de productividad, innovación y cambios en la organización, en un momento en el que innovar y cambiar son cruciales. Hay que dejar los cuerpos atrás y dirigirnos a los corazones de las personas.
En primer lugar, conectemos con el propósito de la empresa y aterricémoslo al día a día. Demos sentido al trabajo más allá del beneficio.
Segundo, avancemos en dotar a la organización de inteligencia aumentada (la mejora de la inteligencia humana a través del uso y la integración de tecnologías de inteligencia artificial). Evolucionemos hacia el apoyo de copilotos que completan las habilidades humanas (¿quién no está quemado de tanto email, wasap, Teams, mensajes?) Con ello amplificaremos las habilidades cognitivas humanas, como el razonamiento, la percepción y la toma de decisiones, y dispondremos de recomendaciones valiosas para ayudar en el día a día humano reduciendo el estrés y la carga de trabajo.
El «Fuenteovejuna todos a una» de OpenAI es la muestra más reciente de lo que supone olvidarse de las personas. Los profesionales con talento buscan colaborar con líderes excepcionales que no solo inspiren, sino que también fomenten un ambiente de crecimiento y excelencia. Las intrigas palaciegas son eso, intrigas palaciegas que pueden llevar a la desaparición a una compañía que dos días antes tenía un futuro brillante.
PD. Sam Altman ha vuelto.
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