¿Podremos detener el envejecimiento?
OPINIÓN
Recuerdo con nostalgia los años de mi niñez en los que un año me parecía casi infinito, y entre unas Navidades y las siguientes la espera se hacía interminable. No sé la razón por la que la percepción del tiempo cambia a lo largo de nuestras vidas, quizá el flujo del tiempo sea una fantasía creada por nuestra mente, pero hay un tiempo biológico que vive en nosotros, y desde luego hay un momento en el que comenzamos a preocuparnos por el envejecimiento y sus efectos, que con el paso del tiempo a todos nos llegarán.
El conocimiento científico, pone a disposición de la especie humana algunas soluciones que, pese a nuestra demostrada vulnerabilidad, nos hacen cada vez más longevos y quién sabe si potencialmente se podrá llegar a la inmortalidad física que ya parece haber sido alcanzada por algunos organismos como la medusa Turritopsis dohrnii, que tiene la facultad de revertir la dirección de su ciclo vital hacia un estadio anterior y comenzar de nuevo.
El conocimiento del genoma de dicha medusa, y su comparación con el de otras medusas «mortales», ha hecho posible a los investigadores definir variantes genéticas que, mediante la expresión genética en unos casos y el silenciamiento genético en otros, hacen que ese organismo vivo decida su rejuvenecimiento. Obviamente, el trabajo de los investigadores no persigue llegar a la inmortalidad humana, sino desentrañar claves que nos den respuestas para una anticipación y mejor tratamiento de las múltiples enfermedades asociadas al envejecimiento. Esto, que puede parecer ciencia ficción, no es más que una de las líneas de trabajo del doctor Carlos López-Otín, uno de los más relevantes e importantes investigadores de nuestro país.
El doctor López-Otín comenzó a impartir clases de bioquímica molecular en la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo en 1987, año en el que yo comencé la carrera, y tuve la suerte de ser uno de los alumnos de su primera promoción. Hace ya más de treinta años que escuché en aquellas clases de bioquímica clínica que los anticuerpos monoclonales revolucionarían el arsenal terapéutico frente a muchas enfermedades graves y de difícil tratamiento.
Entonces los estudiantes no disponíamos de internet ni podíamos interrogar a Google, pero el profesor en sus clases nos hablaba de aspectos de la bioquímica clínica que todavía no se recogían en los textos más habituales. Además de profundizar en el conocimiento del envejecimiento, su equipo investigador ha publicado importantes avances en la esfera del cáncer y en el análisis funcional del genoma.
En pocos días Carlos López-Otín se jubilará, y la Universidad de Oviedo perderá a uno de los científicos más importantes que ha tenido o tendrá nunca. Somos muchos los que seguiremos admirando a aquel referente que tanto ha influido en nuestra forma de entender la ciencia, y solamente unos pocos los que injustamente quisieron desacreditar a uno de nuestros mayores científicos, movidos por la envidia e ignorancia que suele mover a los mediocres.
Afortunadamente la extensa trayectoria investigadora de este profesional ha sentado una sólida base para que las generaciones futuras tengan una vida más longeva y con mayor calidad del envejecimiento que, a diferencia de a la inmortal medusa, parece que a los humanos sí que nos llegará.
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