Nueva COP, y van 28. ¿Qué clima hay para cuidar nuestro clima?
OPINIÓN
Otra vez pasamos revista al cambio climático y asistimos a la ceremonia de la confusión. Leo y veo periódicos y televisiones que reproducen cantinelas que resultan cansinas. Y quedo perplejo ante la facilidad con la que aceptamos ciertas informaciones. Vamos a hacer balance de lo que (no) se hizo desde 2015 y constituimos un fondo que tiene ya comprometidos 225 millones de euros llegados desde los 27. ¿Es esto serio? ¿Podemos vender publicitariamente el compromiso de un fondo en el que los europeos, únicos que asumimos el reto hasta el momento, nos rascamos menos de un euro per cápita para ayudar a quienes sufren las consecuencias del cambio climático y no tienen medios para afrontarlas? La India parece decidida a encabezar las reivindicaciones del «sur global» y recrecerse políticamente aprovechando la coyuntura. Pero también hay pequeños países muy afectados que alcen su voz, aunque no tengan detrás millones de habitantes.
Hablar de la reunión 28, sin avances previos proporcionales al desafío, ya dice mucho de un tema que va pudriéndose, poco a poco. Hagamos un poco de historia, ya a finales de los años noventa se planteó el Protocolo de Kioto, hace más de un cuarto de siglo. Quiero resaltar algunos puntos en ese recorrido, adobado de debates imposibles en torno al problema del calentamiento global mudado a cambio climático.
En el año 2003 presentó su dimisión la administradora de la Agencia Norteamericana de Medioambiente (EPA), Christine Todd Whitman, política republicana que había sido gobernadora de Nueva Jersey y cuyo nombramiento para la EPA había firmado el presidente Bush. No habrá sido ajeno a esa salida el entonces vicepresidente Dick Cheney, vinculado de pleno a la industria petrolera. Antes de que la señora Whitman abandonase la EPA podía verse en la web de esta un texto inequívoco sobre el calentamiento global vinculado a la actividad humana, algo que fue borrado de inmediato. A partir de ahí siguieron sembrándose dudas y más dudas, que si no estaba demostrado lo que se decía, que si suponía un quebranto económico, que se podrían aplicar tecnologías novedosas en lugar de aplicar limitaciones y otras cosas por el estilo.
Entrados en el siglo actual, hubo dos referentes importantes, ortodoxos, difícilmente contestables, el profesor Stern y el político Al Gore. Ambos advirtieron del calado del problema que se estaba generando y plantearon un desafío claro: contábamos con diez años para promover una solución, antes de que el problema se nos fuera de las manos. Los informes que manejaron los gobiernos debieron ser terribles, porque en 2015 se aprobó el Acuerdo de París, que fija como objetivo limitar las emisiones hasta el punto en el que se limite el incremento de temperatura del planeta a dos grados, si bien pensando en una posterior consideración de un aumento menor, de “solo 1,5 grados. Ahora vamos a hacer balance, pero las perspectivas son que durante la década actual se reducirán globalmente las emisiones veinte veces menos de lo que sería preciso para cumplir el objetivo de aumentar la temperatura del planeta «solo» dos grados.
Ha habido excepciones, la Unión Europea tiene como objetivo la neutralidad climática en el horizonte 2050, y ha venido cumpliendo algunos objetivos importantes a lo largo de las últimas décadas. Pero cualquier esfuerzo que hagamos es insuficiente: China, EE.UU, India y otros estados tienen la clave para reducir unas emisiones de las que la UE27 es responsable de un 7%. ¿Hasta qué punto puede haber un compromiso, no a la tercera, sino a la 28ª? Me gustaría ser optimista, pero creo que asistimos a una letanía en la que se repiten ciertos actos, en la que se complican procedimientos, pero a la que le falta una decisión política clara por parte de los principales actores.
Sé que aplicar medidas tiene costes, pero todo hay que considerarlo en función de la optimización del resultado y, sobre todo, de la minimización de los riesgos. No actuar puede provocar costes mayores, como Stern apuntó ya en 2006. El panorama al que nos enfrentamos no es un poco más de calor ni cuestiones menores, a día de hoy han sido varias las islas desalojadas en nuestras antípodas ante la subida del nivel del mar, y la erraticidad de temporales y sequías continúa en aumento, aunque el verdadero problema se plantearía en el caso de superar un umbral que diese lugar a alteraciones catastróficas. El principio de prudencia obliga a seguir las consideraciones de quienes insisten en el problema. Tengo a mano varios artículos de los últimos años, los firman Stern, Stiglitz, Taylor, Ward y otros autores, quienes consideran que hace falta aplicar una óptica diferente para estudiar un problema enquistado, y quieren ser optimistas enfocando el tema desde la perspectiva de la innovación y las inversiones.
Las medidas a tomar son difíciles, pero necesarias, hemos de jerarquizar los objetivos, y el de tener un planeta con un clima simplemente aceptable parece que deba estar por encima de otras cuestiones, que tienen su importancia, sobre todo para quienes están en una condición económica deficiente, pero no para los que vivimos en el primer mundo. Parece que China y EE.UU. están ahora menos apáticos que cuando se celebró la reunión anterior, el desafío sigue servido, mi deseo es que prevalezcan la racionalidad y la prudencia sobre la inercia y la codicia. Y viendo los fuegos artificiales del inicio, espero que, finalmente, del parto resulte algo más que un minúsculo ratón.
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