¿Cómo es de grave la crisis diplomática con Israel?

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Sánchez y De Croo visitan el kibutz de Beeri, en Israel.
Sánchez y De Croo visitan el kibutz de Beeri, en Israel. MONCLOA PALACE | REUTERS

02 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Israel ha retirado a su embajadora de España. En teoría, lo siguiente sería la ruptura de relaciones. Pero la ambigüedad, que es una de las herramientas de la diplomacia, permite crear artificialmente escalones intermedios. Cuando, como en este caso, la retirada de la embajadora se presenta como algo provisional, es que aún se espera poder presionar al otro país para que cambie de posición. Israel todavía podría reducir al mínimo su legación, anunciar sanciones económicas (poco eficaces, porque el intercambio entre los dos países no es importante) o expulsar a la embajadora española en Tel Aviv. Eso sí sería la ruptura total de relaciones. También España mantiene abierta la posibilidad de una rectificación de Israel, puesto que no ha llamado a consultas a su embajadora, como suele hacerse en estos casos, en aplicación del principio de reciprocidad. España ya actuó así en la crisis con Marruecos en el 2021. Rabat había retirado a su embajadora en protesta por la acogida en secreto de un líder saharaui, y en aquel caso sí había señalado que podía ser de forma definitiva, pero Madrid mantuvo al suyo y buscó desesperadamente la negociación. El coste fue elevadísimo: nada menos que el abandono de la posición histórica española en el asunto del Sáhara.

También cabe la posibilidad de que sea Israel quien ceda. Su posición internacional ya no es tan fuerte como en otros tiempos, y recientemente ha tenido que recular en dos crisis, no idénticas, pero parecidas en algo a la actual con España. Hace dos años retiró a su embajadora de Polonia en protesta por una nueva ley polaca que limitaba las indemnizaciones a víctimas del Holocausto, para luego tener que rectificar al cabo de un año. En el 2014 también había retirado a su embajador en Estocolmo, precisamente en protesta por el reconocimiento unilateral del Estado palestino por Suecia, pero el embajador regresó un mes después. La verdadera herramienta de presión de la que dispone Israel es Estados Unidos. Una crítica expresa de Washington probablemente obligaría al Gobierno español a rectificar, al menos por medio de algún «matiz» o «aclaración» que permitiesen salvar algo la cara. En el contexto actual, en el que Estados Unidos está interesado en contener a Israel, esto no es lo probable.

En realidad, a ambas partes les interesa la crisis por distintas razones. Israel ve a España como un país vulnerable a las presiones por el poco peso de su política exterior, y ha decidido usarlo para marcar límites a las críticas de la UE. España, o más bien el presidente del Gobierno, cree haber encontrado en Gaza un asunto en el que la opinión pública es tan distinta de la de los Gobiernos que permite un protagonismo internacional sin gran coste. No está claro quién pestañeará antes, pero una crisis realmente grave entre los dos países es tan poco probable como que esta tenga alguna consecuencia importante en un conflicto etnicoterritorial tan complejo como el palestino-israelí.