Hay dos partidos socialistas. El que está al mando y el que estuvo al mando. Las decisiones sobre la ley de amnistía y las negociaciones en el extranjero con verificador internacional, que convierten la democracia española en una democracia intervenida, han enfrentado de tal manera a los dos partidos que parecen dos formaciones distintas. Solo el tiempo dará y quitará razones. Aunque la razón tiene poco que decir en la nueva forma de hacer política, en la que lo único que importa es imponer la emoción del relato. Es el imperio de convencer para vencer.
Primero fueron Felipe González y Alfonso Guerra los que se pronunciaron contra la arriesgada decisión de Sánchez de jugarse toda una legislatura de Gobierno a los votos de los independentistas. Pronto, Felipe González y Alfonso Guerra fueron acusados de dinosaurios, de personajes de una era política antediluviana ya superada. No se oyeron sus palabras o no se quisieron escuchar ni entender.
Frente a sus advertencias sobre la disolución de la unidad territorial por las cesiones pactadas y las que puedan llegar, el nuevo PSOE de Pedro Sánchez está convencido de todo lo contrario. La ley de amnistía será la norma que más integre a España. Las palabras textuales de Sánchez fueron: «La amnistía hará de España un país más unido que nunca». Lo difícil es cómo hará compatible esta afirmación con las demandas de referendo en Cataluña de Junts y ERC y de autogobierno en el País Vasco del PNV y Bildu.
Del otro PSOE, del que viene del pasado, pero que todavía ejerce en muchos ámbitos, se suma ahora la voz autorizada de Josep Borrell, alto dirigente de la UE. Dice Borrell, en una entrevista en La Vanguardia, que no comparte el relato que se describe en los acuerdos entre el PSOE, Junts y ERC sobre lo que sucedió en el proceso independentista en Cataluña, y añade que las responsabilidades del independentismo «ni se citan».
El catalán y español Borrell insiste en que la separación de Cataluña del resto de España tendría «costes muy elevados a corto plazo» y es crítico con la idea de un mediador entre el Gobierno y los independentistas, apuntando que solo se pretende internacionalizar el conflicto y hacer paralelismos con conflictos como Kosovo o Bosnia. Cataluña no es Kosovo, y esa es la senda que pretenden recorrer los secesionistas a cambio de sus votos.
El PSOE de Sánchez aplica frente a estos ataques desde dentro de la casa socialista lo que llama la teoría de los hechos. Nada pasó con el pacto de gobierno con Pablo Iglesias, con el que se iba a acabar el mundo. Nada sucedió con los indultos. Nada pasará con la ley de amnistía. En Ferraz están muy convencidos de que así será. La pregunta que habrá que responder más adelante es qué pasará cuando Junts se plante si no hay referendo. ¿Cabe en la Constitución esa consulta sobre la unidad territorial que es el puerto de abrigo al que aspira el secesionismo a arribar para que Sánchez tenga su legislatura?
Hay dos partidos socialistas. Lo que queda por saber también es si hay dos votantes socialistas, los que están con Sánchez y quienes se niegan a estas cesiones, cuyo contenido no conocieron en la reciente consulta a urnas.
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