Tras acordar una tregua de cuatro días, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se apresuró a asegurar que, una vez cumplido este plazo, «continuará la guerra para devolver a casa a todos los rehenes». Lo cual parece indicar una muy escasa confianza en alcanzar un acuerdo capaz de acabar con el actual conflicto bélico.
Es verdad que la presión internacional es ahora mayor que nunca para lograr ponerle fin a una guerra literalmente televisada, con masacres continuadas y una muy escasa voluntad de acuerdo por parte de los contendientes. Quizá por ello, la pequeña e inesperada tregua de cuatro días ha generado una esperanza de paz, sobre todo en países aledaños, pero también en Estados Unidos y en la Unión Europea.
La actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha expresado su «alegría» por el acuerdo y ha reclamado a los «terroristas de Hamás» que liberen a todos los rehenes, porque, de no ser así, no ve posible que cese el conflicto. En la misma línea se han manifestado otros dirigentes políticos occidentales, y también países del entorno del conflicto. Porque la realidad es que, desde que empezó la guerra el pasado 7 de octubre, unas quince mil personas han muerto en la Franja de Gaza.
¿Quién cree en la paz ahora? Habrá que verlo, pero la realidad es que Israel, que goza de un enorme apoyo internacional (con EE.UU. a la cabeza), no debiera deslizarse por una pendiente que rememorase el holocausto nazi que un día padecieron. Ni tampoco Gaza debiera padecer un descuartizamiento. Porque, como dijo el gran escritor Víctor Hugo, «la paz es la virtud de la civilización. Y la guerra es su crimen».
EE.UU. se ha negado a apoyar que Israel extienda su ofensiva militar al sur de Gaza sin un plan para proteger a la población civil palestina que se encuentra en esa zona y que se ha multiplicado después de que Israel ordenara la evacuación de civiles del norte de la Franja, que no es territorio de Israel. Por este camino quizá sea posible evitar el encono de la confrontación y recuperar la paz. Algo todavía difícil, porque Hamás, que empezó atacando a Israel, tampoco parece querer corregir su rumbo
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