El prolífico «piojo»

OPINIÓN

ALBERTO LÓPEZ

18 nov 2023 . Actualizado a las 10:16 h.

En plena temporada cinegética, una de las especies más perseguidas estos días —y casi tanto el resto del año— es un pequeño insecto, el peduculus de los romanos, nuestro piojo, parásito que coloniza mamíferos y aves, y que perturba a los humanos que los hospedan. El sustantivo que le da nombre aparece en los albores del castellano. Figura en la primera traducción (1250) del Libro de los animales que cazan, donde Moamín, el célebre cetrero árabe del siglo IX, dedica un capítulo a explicar «de cómo las deuen melezinar [medicar] de los piojos que se les fazen», dice el texto del traductor Abraham de Toledo, que también fue médico personal de Alfonso X. Ese nombre es el origen de una amplia familia léxica.

Abundan los usos figurados de piojo. Entre los chavales se llama así al de poca talla o al que se considera insignificante. Pereda dice de uno de sus personajes que era señora por herencia y no piojo resucitado, persona de origen humilde que con malos medios ascendía socialmente. Piojo pegadizo apenas aparece más que en los diccionarios, que dicen de él que es la persona inoportuna y molesta que alguien no puede apartar de sí. ¿Quién no conoce alguno?

Los niños en edad escolar suelen sufrir infestaciones piojiles, las pediculosis, y sus progenitores, convertidos en piojicidas, intentan combatir el bicherío con los productos que las autoridades permiten, pues algunos remedios eficaces con ese fin acabaron siendo desechados por sus daños colaterales. Que sepamos, hoy no se recurre, por ejemplo, a la llamada hierba piojenta, hierba piojera, coca piojera, matapiojos... la Delphinium staphisagria, el albarraz, relegado como ornato a los jardines. Ya Plinio mencionaba su uso para luchar contra tan molestos invasores, también conocidos por los nombres de carángano, piejo y pipi. Los piojentos o piojosos sufren su abundancia, la piojera o piojería.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Hoy acabamos por el primero, el huevo de piojo o liendre, del latín lens, lendis. A él se debe lendrera (no liendrera), el peine de finas y apretadas púas con el que retiran del pelo estos huéspedes indeseados. Muchos escritores emplearon la locución machacar las liendres para indicar que a alguien lo molían a palos. Ya no se oye. Con o sin violencia, los hampones de antaño sacaban los piojos a sus víctimas, es decir, les robaban, pues en germanía piojo era el dinero.

¡Qué producción léxica ha salido del animalito!