La cesión más dañina es la asunción por parte del PSOE del argumentario del procés, que será gasolina para la maquinaria indepe durante los próximos años. Ahora está por ver qué hará Sánchez con la amnistía o el relator internacional, una vez ya tiene los siete síes de Junts en el bolsillo
16 nov 2023 . Actualizado a las 21:35 h.Consumado lo inevitable, es hora de hacer balance de daños. ¿Qué ha entregado Pedro Sánchez?¿Es oro todo lo que reluce en las renovadas expectativas independentistas? La primera cesión, también la que más gasolina ha echado a la bronca callejera, es sin duda la elusión de responsabilidades. En el ecosistema secesionista, los que aún no habían entrado en la cárcel le afeaban a los que ya habían salido que Junqueras negociara su indulto y el de sus generales, dejando a los pies de los caballos a la tropa. Pero lo más dañino no es la amnistía. Puigdemont se ha cobrado lo que nadie esperaba, seguramente ni él mismo: por primera vez, el PSOE ha comprado casi al pie de la letra el relato del procés, una reconstrucción histórica falaz que arranca en la imaginaria invasión de Cataluña por el rey de España Felipe V en 1714 —realmente, la invasión formó parte de una guerra de sucesión entre potencias europeas, y en ningún caso fue una colonización de Cataluña—. La parte más nociva de ese relato es la referencia al lawfare, que viene a admitir que cualquier actuación judicial contra un político independentista esconde un trasfondo político. Esa asunción de la retórica procesista, a la que solo ha faltado incluir que la Guerra Civil fue un ataque de España a Cataluña, es mucho más peligrosa que la amnistía porque es un ejercicio de siembra para el futuro. A partir de ahora, la propaganda indepe podrá retomar su apostolado internacional con un nuevo mensaje: el PSOE piensa lo mismo. Y si no, que no lo hubiera firmado.
La tercera gran cesión de Sánchez es quizás la que está más en el aire, aquella que servirá al independentismo para intentar preparar la pista de despegue. Se trata del acuerdo para nombrar un relator internacional, cuya identidad, al parecer, ya habría sido pactada aunque se mantiene en secreto, y probablemente sea alguna institución con sede en Suiza dedicada a interceder en conflictos internacionales. La estimación es que el enredo con el mediador dure dos años. Que, por tanto, podría ser una fecha de caducidad para el gobierno de Sánchez. Aunque parece un vaticinio demasiado arriesgado si consideramos que en ese plazo habrá elecciones gallegas, vascas y europeas. Hay serias posibilidades de que el árbitro concluya recomendando un referendo sobre la independencia de Cataluña. Y ahora ya nadie en el PSOE ni en el PSC se atreven a decir que, llegado el caso, Sánchez no lo aceptaría. Deturpado el relato, quién sabe si para siempre, está por ver qué hará el gran tahúr con la amnistía y el relator internacional, una vez que ya tiene los siete síes de Junts en el bolsillo. Los próximos meses serán una partida de póker en la que las partes intentarán demostrar que tienen el detonador de la bomba situada bajo los cimientos de la legislatura. El gran error que podría cometer Junts es el mismo en el que han incurrido todos los que en estos últimos cinco años han subestimado al indestructible político socialista.
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