Las personas que llevan más de una semana concentrándose en las cercanías de la sede del PSOE en Madrid, esa turba compuesta por nazis, fanáticos religiosos, gente desubicada y seres humanos que no parecen tener todos los patitos en fila, son inquietantes. No representan a los españoles que se oponen a la amnistía, y de hecho, a juzgar por sus cánticos, pancartas y ripios, la amnistía solo ha sido la excusa para montar el espectáculo ante la evidencia de que el mundo que añoran está muerto y hace varios lustros que España les pasó por encima para convertirse en un país mejor.
Como sea, mientras escribo esto, no tengo claro que todo este circo grotesco, al trasladarse a los alrededores del Congreso, no vaya a liarla. Aunque estoy convencido de que no lograrán entrar, pues no estamos hablando de Erwin Rommel precisamente, lo cierto es que pueden montar follones graves. Estos días he estado entrando esporádicamente en algunos de los grupos de Telegram donde esta gente suele despotricar, algunos aterradoramente numerosos, y además de una alergia bastante considerable a la ortografía, me he encontrado toneladas de odio y peticiones de magnicidio, entre otras lindezas. Es algo que era de esperar después de que toda la derecha española lleve años en una deriva trumpista que, por pura lógica, tenía que eclosionar en algún momento. No existen los mensajes inocuos, y en política eso se tiene muy presente para bien o para mal, como es el caso. Lo que quiero decir es que lo que hay en la calle Ferraz y en los alrededores del Congreso no ha surgido por casualidad.
Sin algunos supuestos periodistas de extrema derecha y sin los mensajes apocalípticos de los líderes de la derecha extrema y de la extrema derecha, no tendríamos a miles de personas podridas de odio sintiéndose respaldadas en las calles. No es muy responsable arengar a las masas a comportarse como salvajes sin cristianizar, por mucho que recen, y ponerse de perfil ante las acciones de los equivalentes a los loquitos de QAnon estadounidenses, quienes sin lugar a dudas ya habrían pasado por un juzgado si se hubieran comportado así siendo de izquierdas. Esta derecha poseída por las más estúpidas teorías conspiracionistas, no puede engañarnos. Pedían exactamente lo mismo que hoy, casi en los mismos términos, cuando Sánchez llegó al poder por primera vez. Ya he perdido la cuenta de los golpes de estado que ha producido el presidente del gobierno desde entonces, uno o dos por día. Esta locura no les funcionó, así que han pisado el acelerador, y las consecuencias son por un lado imprevisibles, y por otro, las que estamos viendo: miles de personas sumidas en una ensoñación delirante y gritando consignas homófobas, misóginas y racistas. Lo siento, esta no es gente decente ni a la que debamos hacer caso. A los de la calle tampoco. La amnistía es solo una excusa, una más, para deslegitimar cualquier cosa que no sea poner a los dos partidos de la derecha española a gobernar. No les importa cómo conseguirlo. Es terrible.
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