No hay más que verlo para concluir que este Carles Puigdemont que bordea ahora feliz los maleteros de los coches en lugar de hacer contorsionismo en su interior para que no lo pillen no parece el hombre más fiable del mundo. Claro que a veces las apariencias engañan, y a lo mejor hay algún motivo que a casi todos se les está escapando, pero a Pedro Sánchez no, para justificar, más allá de siete votos, que este señor se haya convertido en ese oscuro objeto del deseo de un potencial presidente del país. Que hay algo más allá de la aritmética electoral que ha convertido al fugado en honorable president, al presunto delincuente en santo súbito, al canalla en el hombre que va a contribuir con un sí a dar a España el futuro más luminoso que verán los siglos. Y que da igual que no haya maleteros en el mundo para guardar todas sus exigencias, porque Carles y donde dije Pedro dirán hágase la luz. Y la luz se hará. Y Carles aún pedirá más, pero eso será lo de menos.
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