Inicio este artículo sabiendo de antemano que voy a ganarme la antipatía de los partidarios de cada uno de los dos bandos, por eso quiero dejar muy claro que estoy a favor, única y exclusivamente, de la paz, de la convivencia en armonía y de la tolerancia, y que no defiendo ninguna bandera en esta contienda. Porque la violencia solo engendra más violencia, y cuando se llega al punto de no retorno, solo la destrucción total y el agotamiento pueden poner fin al enfrentamiento. ¿Cuánto tarda en llegar? Demasiado, y siempre tras haber ocasionado muchas muertes y mucho sufrimiento. Sabiendo que la primera víctima de cualquier guerra es la verdad y la segunda, la humanidad, permítanme que utilice la referencia cristiana y, por lo tanto, no ofensiva ni para judíos ni musulmanes, de «Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra», San Juan 8,7.
El conflicto árabe?israelí, que está viviendo su enésimo recrudecimiento, tiene demasiadas capas y vertientes para determinar quién es el responsable, ya que todos son culpables y todos son víctimas. En cualquier caso, es una de las múltiples y terribles consecuencias de la chapucera distribución de los territorios capturados al Imperio otomano tras la Primera Guerra Mundial. La nefasta intervención colonial británica, que, durante demasiado tiempo, hizo suya la máxima de laissez faire, laissez passer para no involucrarse con botas sobre el terreno en los conflictos interétnicos e interreligiosos de esos mismos territorios, es la causa principal de toda la inestabilidad que vive Oriente Próximo. Y si la declaración de independencia de Israel en 1948 es el punto de inflexión en la memoria colectiva de los árabes, al que han denominado Al Nakba, lo cierto es que el problema hunde sus raíces en muchos siglos atrás. Sin embargo, paradojas de la vida, árabes y judíos tienen un ancestro bíblico común: Noé. En sus hijos Sem y Cam está el origen de unos y otros, pero sus descendientes, con el transcurso del tiempo, los avatares históricos, pero, sobre todo, debido a la influencia religiosa, se han ido distanciando hasta llegar a la absurda rivalidad actual. Hoy, la estupidez del ataque de Hamás y la corrupción de la OLP están detrás de lo que será la destrucción total de Gaza por parte de una airada Israel y, probablemente, del éxodo masivo de los palestinos que la habitan. La incapacidad para transigir y llegar a un acuerdo, junto con la desidia internacional, serán las responsables de la enésima masacre en la Tierra Santa de las tres grandes religiones monoteístas. Y total, ¿para qué?
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