En el tren de regreso de un viaje que me llevó a Barcelona y Madrid, a disfrutar de los estrenos de temporada del Liceu y el Teatro Real, hojeo el periódico. Noticias de guerras diversas, investiduras presidenciales que no lo son, amnistías que nadie comprende, tragedias varias, presupuestos que no alcanzan, nuevos ertes, crisis reales o magnificadas... lo que leo me hace pensar, de nuevo, en que trabajar rodeado de arte y viviendo de cerca una y otra vez el proceso creativo de distintos equipos de personas tan talentosas es una suerte de oasis que todos deberíamos experimentar.
Lo que tantas veces hemos llamado el alimento para el alma me parece hoy un bien esencial para el mero hecho de sobrevivir. El pasado sábado, durante el ensayo ante-piano de nuestra próximo programa doble de Puccini, me preguntaba si no es más verdadero y honesto lo que veía en el escenario del Campoamor que lo que nos aborda al salir.
La aplicación de los saberes humanos siempre tiene unos aspectos prácticos. Algunos nos permiten avanzar, superar una pandemia o aplicar a casi cualquier uso la Inteligencia artificial, y otros, aunque para una sociedad como la nuestra hayan quedado relegados al cajón de lo inútil, cumplen la maravillosa misión de proporcionarnos satisfacción, respiro, análisis, capacidad, emoción y belleza. ¿Es posible realmente avanzar como sociedad sin tener en cuenta todos estos aspectos? Valoremos, además, que la mayor parte de los avances científicos y descubrimientos han llegado de la mano de una persona apasionada que, lejos de perseguir la utilidad de la aplicación de sus estudios, se ha movido, «simplemente», por el ánimo de profundizar en su conocimiento y en la felicidad de saber cada vez más. Han seguido un sueño.
Uno de los grandes objetivos actuales de la Ópera de Oviedo es poner todo de nuestra mano para que todas las personas que quieran acceder al teatro logren hacerlo. Nos hemos puesto la feliz meta de que ningún estudiante de la ciudad acabe el Colegio o el Instituto sin haber pasado por un ensayo o función de nuestra programación. Y cada vez desarrollamos más la labor divulgativa y la emisión del mensaje sobre el efecto que la música y la palabra unidas pueden crear en nuestra alma y nuestro cerebro. Creo firmemente que la cultura puede hacernos repensar el modelo de sociedad que estamos construyendo. No es justo que los niños y las niñas no sepan el placer que produce sumergirnos en las páginas de un libro.
Nadie debería ser privado de la emoción que proporciona una tarde en una sala escuchando a Mozart o a Granados. Donde nace una mente inquieta y un espíritu libre siempre hay literatura, danza, cine, teatro. La cultura cambia nuestra forma de ver el mundo y la percepción que tenemos de nosotros mismos. Y lo más importante de todo: este es el único consumo, el de las artes, capaz de hacernos realmente felices y de unirnos como seres humanos.
«Considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores», escribe en La utilidad de lo inútil Nuccio Ordine. El profesor y escritor italiano define en su libro lo que todos decimos pensar, pero nos cuesta llevar a cabo porque la sociedad parece arrastrarnos hacia otro lado. Quiero confesaros que desde hace un tiempo para acá, cuando camino por Oviedo procuro pararme cuando el semáforo no está en verde. Partimos de una idea parecida.
Todos sabemos las normas de tráfico, conocemos los beneficios para el viandante derivados de no saltárnoslas, se las explicamos a nuestros hijos... pero en cuanto podemos, aligeramos por el ceda al paso con la silueta del semáforo observándonos en rojo. ¿A dónde corremos? ¿Por qué nos auto infundimos la urgencia que la vida parece imponernos hoy para llevar a cabo cualquier cosa? Yo también lo hacía, pero ahora prefiero pararme y redescubrir la arquitectura de la ciudad.
Contemplar elementos nuevos que se añaden a ella. Observar a la gente que también camina. Los colores, la vida, el mundo que marcha a mi alrededor. Observar, contemplar, descubrir, pensar. Todos esos verbos «inútiles» que hacen que nuestra vida sea mejor y que, como señala Ordine, también hacen que el mundo avance, porque formar en Humanidades produce, a la larga, mejores seres humanos y mejores profesionales. Lo ven, todos ganamos.
Celestino Varela, director general de la Fundación Ópera de Oviedo
Comentarios