Dice Haruki Murakami, Premio Princesa de Asturias de las Letras de este año, que «el mundo está plagado de piedras preciosas en bruto, tan atractivas como misteriosas, y los escritores estamos dotados de vista suficiente para dar con esas piedras». Pues bien, algo parecido les debe suceder a la Fundación Princesa de Asturias y a sus jurados, que han desarrollado la cualidad, o más bien una especie de privilegiado don, para reconocer y distinguir a las mentes más brillantes del planeta.
Sería un resumen suficientemente ajustado de la realidad de estos galardones, si no fuera porque la esencia de los Premios Princesa de Asturias va mucho más allá. Son un reconocimiento, sí. Pero, en lo más profundo, son también un canto a la esperanza, al optimismo y a la ilusión. Digo esto porque, si algo hemos aprendido como colectivo en los últimos tiempos inciertos es que, tristemente, no hemos aprendido nada.
Parecemos condenados a repetir, una y otra vez, los mismos errores que desatan un hondo desasosiego en la sociedad, abocada muchas veces al irremediable desánimo. Pero no todo está perdido, ni mucho menos. Y eso es justo lo que, edición tras edición, nos vienen a recordar los Premios Princesa de Asturias y sus galardonados. Pues siempre nos animan y nos reconfortan, hasta en los peores momentos. Y lo que es más importante: nos enseñan.
La labor didáctica de los Premios está fuera de toda duda. Las actividades, charlas y conferencias que se celebran durante esta especial semana en nuestra ciudad rebosan interés académico y social, y la sola presencia de los premiados en Oviedo nos muestra los mejores valores que nuestra sociedad debe tener: solidaridad, concordia, cooperación, esfuerzo, igualdad… En definitiva, nos muestran el camino a seguir. Por eso, para una ciudad como la nuestra, acostumbrada a los buenos caminos, los Premios Princesa de Asturias son el mejor regalo posible.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, es normal que me sienta profundamente orgulloso, como Alcalde y como ovetense, de que Oviedo sea el escenario de esta solemne entrega. Bueno, orgulloso, y muy agradecido. Porque sin el trabajo, la tenacidad y el compromiso inquebrantable de la Fundación Princesa de Asturias nada de esto sería posible. Gracias por tanto.
Por supuesto, también quiero felicitar a los galardonados de esta edición: Meryl Streep, Nuccio Ordine, Hélène Carrère, Eliud Kipchoge, Haruki Murakami, la iniciativa «Medicamentos para Enfermedades Desatendidas», Jeffrey Gordon, Everett Peter Greenber, Bonnie Lynn Bassler y la ONG Mary’s Meals. Recibid mi más sincera enhorabuena. Es un auténtico honor daros la bienvenida a nuestra ciudad, que estoy convencido de que volverá a estar a la altura. Pues sois un ejemplo admirable del que nosotros, los ovetenses, y la sociedad en general, tenemos mucho que aprender.
Cómo no vamos a aprender de Meryl Streep, activista incansable a favor de la igualdad, y que ha dignificado el arte de la interpretación con ética, coherencia y honestidad. Del filósofo Nuccio Ordine, que apuesta por el diálogo y por la importancia del saber. De Hélène Carrère, cuyo conocimiento de la Unión Soviética y Rusia es esencial para el entendimiento de Europa y del mundo. O del atleta Eliud Kipchoge, ejemplo de superación. Y cómo no nos vamos a inspirar en Haruki Murakami, uno de los escritores más reconocidos de la historia.
En la solidaridad y la generosidad de la Iniciativa «Medicamentos para Enfermedades Desatendidas»; en el esfuerzo, la constancia y el talento de los científicos Jeffrey Gordon, Everett Peter Greenberg y Bonnie Lynn Bassler; o en el altruismo de Mary’s Meals, que con su método imaginativo y eficaz alimenta cada día a más de 2 millones de niños en algunas de las zonas más desfavorecidas del planeta.
Para muchos, en definitiva, son el faro de inspiración que necesita nuestra ciudad. Para los ovetenses, son un lujo y un regalo. Son nuestro orgullo.
Alfredo Canteli, alcalde de Oviedo
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