La peor jugada posible en el momento más delicado. Una partida de ajedrez que se viene disputando de manera simultánea en diferentes tableros desde que Naciones Unidas ofreció la creación de dos estados en Palestina como plan de paz. Momento delicado. En el plano global, dominado por la agresión de la Federación de Rusia, es seguro que repercutirá negativamente en el apoyo de la comunidad internacional a Ucrania. El invierno llega y la posición de tablas que buscaba Putin, sacrificando cruelmente peones y piezas con las vidas de rusos y ucranianos, crea incertidumbres sobre nuestra respuesta.
En el tablero regional, supondrá un freno al acercamiento histórico entre Israel y Arabia Saudí, alentado por Estados Unidos, que ha apostado por un movimiento que replicaría la exitosa jugada de China, que logró el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre el Irán chií y la suní Arabia Saudí. En juego la transferencia del uso civil de la energía nuclear al régimen de Bin Salman, a cambio de firmar la paz con Israel y una rebaja del precio del petróleo. La Administración Biden ya ha perdonado el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Mientras, Trump encantado.
Por último, sobre el tablero local donde no se realizaban movimientos reseñables, ni concitaba el interés de la opinión pública internacional que ha asumido que, en una franja de 41 por 10 kilómetros, se hacinen dos millones de personas. Hamás ha ejecutado la peor jugada posible. Un ataque armado con miles de misiles como señuelo para introducir de milicianos en territorio israelí. Asesinando a civiles y soldados han logrado regresar con un centenar de rehenes. Una jugada que vulnera el derecho internacional humanitario y los derechos humanos y que no tiene justificación. En su respuesta Israel ha repelido la acción armada y bombardeado la Franja de Gaza para impedir nuevos ataques, pero provocando víctimas entre la población civil.
¿Cómo evaluar la posición resultante? Primero, un doble estupor. Haber sorprendido a uno de los ejércitos mejor preparados y en más alerta del mundo. La magnitud y audacia de la acción armada. Nunca habían allanado su territorio aquellos que viven para «echar a los judíos al mar». Ciertamente, Hamás ha recibido apoyo de Irán y entrenamiento por su milicia, Hezbolá.
Segundo, más allá de los clamorosos fallos en el sistema de defensa, el Thasal (Ejército israelí) confió en que Hamás se conformaba con controlar Gaza y lanzar esporádicamente algún misil para visibilizar internacionalmente el bloqueo. Cualquier otro movimiento implicaría una fulminante reacción militar israelí que no siempre se aplica de manera proporcionada. En este sentido cabe afirmar que Israel tiene el legítimo derecho a repeler el ataque armado realizado por Hamás. Por ello, ha recibido el apoyo de los países de la Unión Europea. En cambio, el Derecho internacional prohíbe una reacción militar desproporcionada, tal y como amenazan las palabras del primer ministro Netanyahu: «Hamás … pagará un precio que no ha conocido jamás». Tercero, la sociedad israelí tenía contra las cuerdas al Gobierno de Netanyahu, tras meses de masivas protestas en la calle para que la democracia no fuera destruida.
A la espera de un consejo de seguridad que reunido no ha logrado una declaración conjunta, en momentos en que hablan las armas, se necesitan dirigentes responsables y audaces en ambos bandos para poder realizar una jugada que resuelva pacíficamente la partida, y también voces como la de Yitzhak Segev, antiguo director del Shin Bet: «Tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza».
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