Permítanme que empiece con una declaración de principios, para que nadie se escandalice: soy profundamente republicana, creo que la monarquía es el residuo político institucional que permanece en algunos países viejos, la mayoría en Europa, y que presenta algunos problemas de acomodación a la democracia y a los principios que tienen como base la igualdad.
Pero también es cierto que soy de las muchas republicanas que ven en las monarquías una institución pragmática e identificadora para amplios sectores de la población. Una buena parte de ese pragmatismo sistémico proviene del papel que desempeña en nuestra sociedad, que incorpora a nuestra cultura política y se prescribe en nuestra constitución. En esa lógica que menciono, y no al revés; no está en nuestra sociedad porque está en la Constitución, sino al revés.
Pero no le hacen bien a la monarquía los monárquicos que, por creerse y expresar estar de parte del rey, creen también que el rey debe estar de su parte. Y así, primero alentaron que propusiera a un candidato imposible, y ahora se atreven a divagar con la posibilidad de que el rey no proponga al único candidato posible.
No se puede hacer mayor daño a la monarquía que parcializarla. El rey reina, pero no gobierna, no puede bajar a la escena política para asumir el argumentario político de unos u otros como realidades absolutas. Que España se rompe o que España nos roba son argumentarios políticos, relatos diferentes de una misma realidad, que cada uno interpreta legítimamente como le da la gana, pero la Corona no puede estar al servicio de ninguno de estos dos argumentos, aunque unos sean más proclives a la propia monarquía y otros menos.
Simplemente, amagar con que el rey no proponga candidato es un acto de deslealtad constitucional, de esa deslealtad que llena la boca de los mismos que lo proponen pero que no se reconocen a sí mismos desleales; y mucho menos que una monarquía parlamentaria no puede limitar al Parlamento, porque ese sería el fin de la monarquía.
Malo es que una republicana como yo tenga que salir a decir «salvad al rey», pero aún es peor que los autoconsiderados monárquicos lo sean de parte y no de principio. Y, por eso, no me extrañaría que llegue un día en que tengan que ser los separatistas, independentistas y el resto de los istas de las Españas los que tengan que recordarle al rey que también es su rey, quiera o no, como el mío y el de todos y todas los que optamos por los modelos políticos alternativos a los que tenemos hoy.
Estamos en un proceso de polarización y deslegitimación de la política, de la prensa, de la justicia, de las instituciones en general; y no lo hacen solo los separatistas o los nacionalistas, lo hacen con impunidad los que se dicen defensores de las instituciones, y no estaría de más que dedicaran algo de su tiempo a salvar la monarquía, en vez de usarla.
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