Haciendo el indio

Manuel Blanco Desar ECONOMISTA

OPINIÓN

Agencia espacial india IRSO | EFE

05 sep 2023 . Actualizado a las 09:17 h.

De niño, muchos rapaces salían a pedir para el Domund y convertir a los pobres infieles. Los chavales corrían portando huchas con cara de chino, africano e incluso de indio con plumas. No fue hace un siglo, sino medio. Nada en términos históricos. Los niños creíamos que los aludidos eran pobres e ignorantes per se. No tenían escuelas, ni maestros, ni lápices de colores. Así que los de aquí pedían dinero y a los donantes les imponían la pegatina del Domund, para que otros infantes no los importunasen. Entonces, ni conocíamos al padre Ferrer, ex rojo peligroso por haber militado en el POUM, idealizado por Orwell en su Homenaje a Cataluña y satanizado por la ortodoxia leninista-estalinista. Europa abandonaba su insania y gozaba del desarrollismo durante sus treinta años gloriosos, durante los que floreció la Seguridad Social.

Primero fueron los Estados Unidos. Después la Unión Soviética. Luego China. Ahora la India. Ha llegado a la Luna. La India nuclear, que gesta a los grandes ejecutivos del NASDAQ y de Wall Street, de Microsoft, Alphabet, Nvidia… Cierto que la India es inequitativa, pero está en movimiento, vive, se reproduce y se transforma, igual que hizo China. Ambas naciones tienen porcentualmente muchos más estudiantes de matemáticas, física, química e ingeniería que los minúsculos y menguantes Estados europeos. Ese es su gran activo, hijo de la cultura del esfuerzo que todavía ensalzan. Nosotros, los europeos, nos reblandecemos. Nos hemos instalado en un decadente carpe diem, un viva la vida, con escasos jóvenes que además prefieren ser tiktokers para el PCCh antes que encerrarse en un cuarto con sistemas de ecuaciones. De Galileo, Newton y Leibniz hemos descendido a esto. De Bach al perreo. La culpa no hay que buscarla fuera. La engendraron conservadores como el kaiser Wilhelm II y el emperador Franz Joseph I, tarados como Gavrilo Princip, el imperialismo y la balcanización que nos trajeron la guerra perpetua, acientíficos sistemas educativos nacionalistas, la exaltación del cinismo y la idiocia a través de los medios de masas.

Seamos honrados e incluso honestos. Comencemos por hablar con corrección y precisión. Orwell nos advirtió de lo perverso de la neolengua. Desterremos lo de ser engañado como un chino o lo de hacer el indio, que según María Moliner implica engañar con facilidad y sin despertar sospecha. Digamos mejor, engañarse como un europeo y hacer el europeo. Solo lo superaremos construyendo un nuevo sistema educativo común, coronado por universidades federales abiertas al mundo, que destronen a las que nos adelantan según Shanghái.