Estamos un año más en el 8 de septiembre, día de Asturias, fecha de festejos y actos políticos institucionales, con un nuevo gobierno de coalición recién estrenado, formado por PSOE e IU, al que, como es lógico, siempre por norma protocolaria, se le conceden 100 días de crédito para saber si hay voluntad de querer cambiar algo en esta Asturias, la que parece haberlo perdido ya casi todo con gobiernos anteriores y del mismo color.
La realidad que hoy vive nuestra comunidad autónoma, a nadie se le escapa que es la peor que podemos conocer de toda su historia, sobre todo a las personas que ya tenemos unos años y conocimos la Asturias anterior a la actual. La del bienestar y trabajo, la que aún no se había desmantelado. Es por ello que ya no nos sirven los discursos que el presidente Barbón y el arzobispo Jesús Sanz Montes nos lanzan cada año en estas fechas desde el Santuario de Covadonga, pretendiendo hacernos ver esa Asturias, que en realidad no existe ya desde finales de los años 70 y principios de los 80.
Por mucho que insistan en decirnos todos los años que Asturias va bien, por mucho que insistan en querer crear una ilusión ficticia en el conjunto de la ciudadanía asturiana diciéndonos que el turismo y el mejor clima del mundo es nuestra tabla de salvación.
Porque todos los veranos hay saturación total de hoteles y campings, que en Asturias no llueve casi nunca, que tenemos garantía de sol, y los turistas que vienen a visitarnos se van encantados con nuestro clima, nuestra gastronomía, con el verde natural de esta hermosa tierra, que dejan encargadas reservas en los hoteles para el resto del año porque Asturias empieza a considerarse el refugio climático para la gente que viene de otras tierras huyendo de las altas temperaturas.
Por mucho que insistan en decirnos repetidamente de forma cansina que se va a recuperar el tejido industrial perdido, o que el desempleo se reduce en un montón de personas y que suben los datos de altas a la SS, como nos venden siempre al final de cada verano, etc. Ya no cuela.
Lo cierto es que en realidad se está produciendo desconfianza, incredulidad y desilusión ante tanta mentira, tanta hipocresía política y un rechazo creciente cada vez más en toda la sociedad asturiana ante la aplicación de políticas regresivas que se vienen desarrollando por parte de los sucesivos gobiernos PSOEPP, y que para Asturias están teniendo unas consecuencias devastadoras.
Los últimos años de recortes continuos y la aplicación de recetas impuestas a través de este mundo globalizado que hoy nos toca vivir, porque así lo determinan los que tienen la facultad de gobernar y los grandes poderes económicos, han servido para que Asturias viva en la actualidad la crisis económica, social y cultural más grave de su historia, y no nos sirve ahora que se utilice como argumento, ni la pandemia, ni la guerra en Ucrania. Esto puede influir en que todo vaya aún peor, pero la caída por la pendiente de la incapacidad política, empresarial y sindical, se viene produciendo desde las fechas anteriormente citadas.
Asturias se encuentra en caída libre al precipicio de la nada, y cada año peor. Lejos de abrir horizontes que nos orienten al camino de la recuperación, nos proyecta una pérdida constante de nuestra capacidad económica y nos aleja cada vez más de nuestro entorno nacional y europeo. Todo está condicionado a la grave crisis económica que nos atenaza, de la cual no somos los responsables, aunque nos estén haciendo pagarla duramente y con dosis muy altas de antidepresivos, sobre todo a las familias más vulnerables con edades muy comprometidas que no ven ninguna solución de futuro a su angustiosa situación.
Los efectos de esta brutal crisis económica, política y cultural se hacen sentir también negativamente en la vida cotidiana. La vida personal se convierte en una lucha continua por el trabajo y el consumo. Se limitan y empobrecen las relaciones familiares sometidas a una fuerte presión. Las relaciones sociales se convierten en una dura y permanente competencia, tanto en el trabajo como fuera de él, dejando atrás la camaradería, la solidaridad y la amistad.
Se asiste a un clima de frustración colectiva e incluso a brotes de violencia muchas veces gratuita, imponiéndose en última instancia el desarraigo en las personas, que las empobrece cultural y socialmente, las aísla y aleja de cualquier intento de salir de esta situación. En una mayoría de la sociedad asturiana se puede observar la angustia que surge desde la insatisfacción generalizada con este tipo de vida y este modelo de sociedad.
Ante los problemas e insatisfacciones que causa este sistema, es necesario que toda la ciudadanía asturiana superemos la pasividad que se nos quiere imponer, que impulsemos una reflexión crítica por el camino que nos quiere llevar el tren diseñado por los gobiernos anteriores, porque el actual esta aun por ver, aunque conociendo algunos nombramientos recientes que ya pasaron por todo en política, basados solo en cambio de cromos para poder gobernar, miedo me da, con una Asturias que en este largo trayecto no solo ha perdido industria, empleo y población. También ha perdido sus señas de identidad como pueblo.
Ante esta situación, hemos de saber que cada pueblo ha de elaborar sus alternativas sociales y políticas frente a la concepción del pensamiento único que a marchas forzadas nos están imponiendo. Bajo la mentira del fin de las ideologías se nos propone la sumisión y la apatía tratando de convencernos de que no existen otras alternativas. Y si desde el punto de vista de los que tienen todo el poder, la globalización económica es inevitable (y que para Asturias está teniendo consecuencias muy negativas), debemos de exigir que se globalice también las políticas de desarrollo humano y social de manera integral.
Los asturianos y asturianas, no podemos esperar del Gobierno y la patronal que por voluntad propia adopten medidas que nos devuelvan a épocas pasadas, que frenen el empeoramiento de las condiciones de vida de las clases trabajadoras y de los sectores sociales marginados, caso de jóvenes, mujeres, inmigrantes, etc., porque han demostrado durante demasiado tiempo su incapacidad para hacerlo.
Hay que impulsar iniciativas que paren tanta agresión contra los intereses de Asturias. No podemos olvidar que el paro y la inseguridad laboral favorece que miles de jóvenes tengan que abandonar Asturias para buscar supervivencia lejos de nuestra tierra. Los datos, en este sentido, son también estremecedores si tenemos en cuenta que, en los últimos quince años, más de cuarenta mil personas han abandonado Asturias. La falta de opciones retrae los niveles de conciencia y de lucha por cualquier tipo de reivindicación, lo que aprovecha descaradamente la gran patronal para aumentar la explotación y la pérdida de todo tipo de derechos.
Hoy, más que nunca, se hace necesario redoblar esfuerzos por defender nuestra identidad cultural y derechos nacionales, a favor de las mujeres, de la juventud, del mundo estudiantil, de los parados y paradas, marginados y marginadas sociales, por la defensa de «a nosa fala», de la industria, pesca, campo, de nuestro medio ambiente y de un desarrollo sostenible.
En estas fechas de festividad y promesas, las personas que queremos vivir y trabajar en Asturias, no podemos aceptar la resignación en el refugio complaciente de la formalidad institucional, ni rezos ni discursos vacíos y populistas desde la cueva de la Santina, a la que siempre se recurre en momentos desesperados como solución a nuestras necesidades.
Asturias demanda un horizonte de futuro que solo es posible desde la elaboración y puesta en marcha de un auténtico desarrollo económico, industrial y social que se fundamente y responda a las necesidades de crisis y declive.
La sociedad asturiana debemos abandonar el conformismo habitual que nos caracteriza, y sustituirlo por una exigencia clara y decidida en la búsqueda de soluciones a una grave situación, que aún puede ser peor si no somos capaces de reaccionar ante este panorama angustioso y desolador.
Desgraciadamente estamos un año más ante un 8 de septiembre con muy poco que celebrar, y mucho que pensar y exigir a los responsables que nos llevaron a esta catástrofe económica, sin precedentes a lo largo de nuestra dilatada historia, para evitar la caída definitiva de lo poco que nos queda en el precipicio más profundo.
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