El gran Steven Spielberg estrenó en 1997 la película Amistad, sobre la historia real de la goleta del mismo nombre en la que negreros españoles, a mediados del XIX, transportaban esclavos africanos que se rebelaron y consiguieron llegar a las costas de Estados Unidos, donde se inició un proceso judicial que acabaría con su puesta en libertad. El filme, pese a estar dirigido por el rey Midas de Hollywood y con estrellas como Morgan Freeman y Anthony Hopkins en el reparto, fue un fracaso, quizá porque chirriaba que se impartieran lecciones sobre el racismo en un país que todavía en los años 60 del siglo pasado practicaba la segregación entre blancos y negros. Ahora, desde el otro lado del Atlántico vuelven a la carga contra España por el caso Rubiales. Y de nuevo llama la atención que un país donde un presidente tuvo relaciones sexuales completas con una becaria de 22 años en el despacho oval y se fue de rositas, se rasgue las vestiduras y exija la dimisión del presidente de la RFEF por darle un beso a una futbolista. Lo mismo podría decirse de Australia y el cardenal Pell, cuya condena por abuso de menores fue anulada por la Corte Suprema. Que cada palo aguante su vela.
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