La justicia, en aquellos países en donde no se respetan los derechos humanos, es bastante previsible. Al español Daniel Sancho, acusado —ya ha confesado su autoría— de asesinar y descuartizar el cuerpo del cirujano colombiano Edwin Arrieta, le espera una condena de pena de muerte que, con total seguridad, será conmutada por la de cadena perpetua. Lo normal es que, tras pasar más o menos una década en cárceles tailandesas, las gestiones diplomáticas entre los reinos de Tailandia y España terminen en un acuerdo respecto a que el condenado cumpla parte de su pena en cárceles españolas.
La maldad unida a la ignorancia. ¿Qué se le pasó por la cabeza al español a la hora de pensar que no le iban a detener? Es absolutamente imposible llevar a cabo un crimen de forma más chapucera. Como padre, siento un gran pesar por cómo lo deben estar pasando sus progenitores. Como letrado en ejercicio, defiendo su derecho a la mejor de las defensas. Otra cosa es que también entienda que haya muchos abogados que no aceptarían llevar su caso. Para que una defensa sea brillante y con visos de prosperar, el letrado tiene que tener un mínimo de empatía con su cliente, y, en este caso, para muchos podría resultar harto complicado. De todas formas, resultará imprescindible intentar demostrar que su salud mental no es la correcta. Yo iría por ahí.
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