Lo intentaban EE.UU., Rusia, China y Japón, pero ha sido el Chandrayaan-3 indio el primero en posarse en el polo sur de la Luna.
Poco más de cien años después de que el noruego Roald Amundsen conquistara el Polo Sur de la Tierra, y menos de sesenta de que Neil Armstrong pisara la Luna, la Humanidad conquista su polo sur, esta vez con un ingenio tripulado únicamente por un esfuerzo tecnológico apabullante.
Parece ser que las reservas de agua helada existentes en esta zona de la Luna son lo suficientemente importantes como para hacer de su conquista una esperanza para la humanidad. Felicitaciones a los indios por este logro tecnológico que beneficiará a todos.
Aparte de la épica del asunto, cabe destacar algunos aspectos del mismo: la demostración de que el poderío geopolítico ha basculado hacia Asia y que la India, junto a China y otros países de la región, está en condiciones de asumir el liderazgo mundial.
Estos logros no se dan por suerte ni casualidad, son el producto de toda una trayectoria.
Cada año, países y territorios de Asia como Corea del Sur, Singapur, Japón, Taiwán, Shanghái y Hong Kong encabezan las clasificaciones de las pruebas PISA, que miden el rendimiento escolar en todo el mundo. Tan buenos resultados no se entienden sin la cultura del esfuerzo que impera en Asia, donde además prima una tradición confuciana basada en el máximo respeto a los profesores y mayores. Los países que priorizan en su educación las ciencias y las tecnologías, manteniendo intactos los fundamentos de su espiritualidad, son los que obtienen resultados de este calibre.
A estos factores sociales se suma una disciplina casi militar en los colegios, donde la competitividad que trae la superpoblación obliga a los alumnos a esforzarse al máximo para entrar en las mejores universidades.
La cultura del esfuerzo implantada en Asia y tan denostada en nuestro entorno es factor determinante para que la cultura oriental se imponga a la cultura de la vida relajada de un Occidente que deja en manos de aquellos la provisión y el desarrollo tecnológicos.
La India valora la mano de obra cualificada y el talento humano como una eficaz economía del conocimiento. Un factor clave de su éxito es la gran cantidad de ingenieros con que cuenta la India, donde cada año se gradúan cerca de medio millón.
El avance de las TIC se ha convertido en el motor de su economía a través de la producción de software, así como el alto grado de preparación de sus profesionales en el campo de la computación y la informática.
Occidente se lo toma con más karma, no es de extrañar que nos saquen media Luna de ventaja.
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