Putin, el criminal «entrañable»

Jorge Quindimil PROFESOR TITULAR DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Y RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDADE DA CORUÑA

OPINIÓN

María Pedreda

25 ago 2023 . Actualizado a las 09:42 h.

El pasado 23 de junio, Yevgeny Prigozhin, el líder del Grupo Wagner, se sublevó contra el Kremlin. Durante su intentona de alzamiento, Prigozhin ordenó a sus mercenarios el derribo de una aeronave militar rusa con diez personas a bordo. Justo dos meses después, este 23 de agosto, un jet privado se estrelló en Rusia también con diez personas, entre las que se encuentran —¡oh, casualidad!— Prigozhin y el invisible Dmitry Utkin, neonazi fundador del Grupo Wagner y admirador del III Reich, que comandó una de las columnas insurrectas. Pregúntense por qué el Grupo Wagner se llama así.

El principal informativo ruso le dedicó apenas unos segundos a la noticia y, tras casi un día de silencio, Putin se refirió a Prigozhin como un «hombre de destino difícil». Los mercenarios de Wagner le acusan directamente de haber matado a sus líderes. El carácter sanguinario y vengativo de Putin está fuera de toda duda, desde su actuación en Chechenia, en el teatro Dubrovka; en Beslán, en Georgia, en Crimea o en Ucrania; hasta las sospechosas muertes o intentos de asesinato de una larga lista de críticos y opositores, como Politovskaya, Berezovsky, Litvinenko, Glushkov, Skripal, Nemtsov o Navalny, entre otros. Solo en 2022, más de una veintena de oligarcas rusos se cayeron por ventanas, por escaleras, por barandillas, por acantilados, por balcones, desde barcos o helicópteros, etcétera.

El caso de Prigozhin es diferente, por haber creado una gran comunidad de intereses con Putin, desde económicos hasta geoestratégicos, lo que convierte al finado en la figura más relevante del círculo putinista de los últimos tiempos. No tenía perfil de traidor, ni de crítico con Putin, sino con el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y el jefe del Estado Mayor, Valery Gerasimov, que ponían en riesgo su autoridad sobre el Grupo Wagner.

Putin es implacable laminando disidentes y Prigozhin sabía que Putin lo perdona todo menos la traición, como afirmó públicamente. ¿Qué razones tenía entonces el supuesto traidor para estar tan tranquilo en suelo ruso? Quizá no había nada que perdonar si la insurrección fue orquestada por ambos con la finalidad de fortalecer a Putin. Si todo fue puro teatro, Prigozhin no tenía nada que temer, pues no habría sido un traidor, sino un colaborador, al igual que en los últimos años.

Una insurrección teatralizada le habría permitido a Putin identificar posibles disidentes dispuestos a pasarse al bando supuestamente traidor. Quizá esto explique varias cosas: Prigozhin no mencionó a Putin en su alzamiento; Putin condenó la insurrección como una traición sin mencionar a Prigozhin; la sublevación terminó de forma abrupta e inexplicable a pesar del avance imparable. Sobre todo, se explicaría un levantamiento tan temerario y tan mediático, pero tan fugaz, pues era todo lo que Putin habría necesitado para identificar potenciales traidores, como el general Surovikin, que no ha vuelto a ser visto desde entonces. Fuentes cercanas al Kremlin decían que se encontraba «descansando» y el mismo día de la muerte de Prigozhin se anunció su destitución.

Los wagneritas claman venganza, pero parece difícil que figuras como Prigozhin o Utkin, a pesar de su aparente patriotismo, puedan convertirse en mártires para un grupo descabezado de mercenarios. Mientras tanto, Putin recoloca sus peones, fortalece a los BRIC y espera paciente a que el apoyo de Occidente a Ucrania flaquee. Eso sí, ha anunciado que se investigará lo ocurrido «hasta el final». ¡Qué entrañable!