
Hace cuatro años tenía la esperanza de que no tendría que volver a manifestarme por las calles de Gijón/Xixón en contra de la tauromaquia. A veces pensamos que los avances y los logros conseguidos son para siempre, pero ni mucho menos. Me parece triste que la primera preocupación del tripartito de derechas de Foro, PP y Vox haya sido gestionar la manera de reanudar tan dantesco e inaceptable evento en El Bibio. El año pasado escribí un artículo (a raíz de una corrida de toros celebrada en Benia de Onís y de otros 17.000 festejos en España con presencia de animales) pidiendo una legislación nacional que deje de considerar estas barbaridades y salvajadas como actividades culturales a proteger, porque un país desarrollado y vanguardista tiene que acabar con estas atrocidades (lamentablemente sigue siendo poco probable que en la legislatura que ayer comenzó se termine con el maltrato animal). La España real es la que ama lo diverso y lo plural, la que desde la libertad (palabra tan hermosa como prostituida últimamente, y por el mundo del toreo particularmente) te permite expresarte en sus diferentes lenguas (aplaudo que por fin en Las Cortes se pueda emplear el catalán, el euskera y el gallego, y ojalá en breves también otras como el asturiano y el aragonés. Eso es defender la cultura de verdad). Aunque es de alegrarse que ayer el PP consumó en la votación de la Mesa del Congreso su derrota definitiva en las elecciones del 23 de julio (a priori parece que estamos más cerca de una nueva legislatura con un gobierno progresista del PSOE y Sumar), no podemos minusvalorar que tanto en solitario (como en Oviedo/Uviéu) como en coalición allá donde gobiernan con la ultraderecha nos están haciendo retroceder (ayer mismo se conoció que el Gobierno de Aragón prescindirá de las direcciones generales de Cambio Climático y de Igualdad). Así que la moraleja es muy sencilla: No nos relajemos nunca porque todos los derechos sociales, tanto los humanos como los animales, están en constante peligro.
He leído centenares de opiniones sobre la actuación de Eva Amaral en el Sonorama. Para quienes la han criticado han llegado a decir que lo que buscaba era ‘casito’ (argumento bastante absurdo para una mujer que lleva 25 años de carrera profesional, con canciones y discos que han sido un éxito de ventas, las cuales le han llevado por méritos propios a ganar múltiples premios), pero lo que yo destacaría por encima de todo es que la cantante zaragozana ha demostrado que enseñar las tetas en 2023 cuando a ella le plazca sigue siendo un escándalo (cuando los hombres no tienen ningún problema en desvestir su torso en un concierto). Es evidente que hizo una reivindicación política (se solidarizó con otras mujeres protestando por las censuras que estamos viviendo en los últimos tiempos en España), pero no me deja de parecer curioso que los medios de comunicación, para evitar problemas en Facebook, Instagram y Tiktok, hayan tenido que pixelar sus senos, como si se estuviera mostrando la imagen cruel de un toro desangrado por las banderillas y agonizando en sus últimos momentos de vida (y todavía hay quien lo llama ‘fiesta nacional’ como parte de la cultura de verdad de nuestro país). Igual la revolución actual (más digital que presencial) se lucha no solamente en las calles con las manifestaciones, sino también frente a los algoritmos que nos intentan marcar nuestras actitudes, creencias y valores. En las últimas fechas también han saltado las alarmas con las manipulaciones que se pueden hacer a través de la llamada inteligencia artificial. Tanto imágenes como sonidos pueden ser tratados de una manera tan cuasi perfecta que cuelan como reales (dos artistas que están ahora mismo en lo más alto de la música, como Rosalía y Quevedo, han denunciado el uso de sus voces para canciones que ni escribieron ni cantaron nunca). Lo que no es un invento, ni un sueño ni fruto de la casualidad es el sensacional mundial de las jugadoras de la Selección Española de Fútbol. ¡Todo mi apoyo y ánimo para que el domingo en Sidney consigan su primera estrella!
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