El extraño, apacible y efímero ojo de huracán español

OPINIÓN

El expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en un mitin de campaña en el Estado de Iowa.
El expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en un mitin de campaña en el Estado de Iowa. SCOTT MORGAN | REUTERS

05 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El ojo de un huracán, el centro que forman los vientos en su giro endemoniado, no es un sitio tormentoso. El infierno son las paredes ventosas que giran, pero el ojo es un sitio reposado, amable, con una baja presión que parece prometer una levitación suave. El problema del ojo del huracán es su mal fario. Los infiernos frenéticos que te rodean anuncian que enseguida puedes estar en el infierno. El momento político español es apacible y, en el buen sentido, interesante. Pero tiene el mal fario del ojo del huracán. Giran los demonios en torno a nuestro momento y podemos oír su estruendo.

Una de las paredes del huracán la muestra el actual proceso a Trump en EEUU. No olvidemos un hecho central en el momento político: las personas piensan, las masas no; y todos somos una cosa y la otra en según qué momentos. El cine utilizó muchas veces ese estado de deshumanización que sucede cuando los individuos desaparecen y se dejan subsumir en una masa ciega. Lo utilizó para crear comicidad en Lío en los grandes almacenes, donde Jerry Lewis espera a sus clientas el primer día de rebajas y, en cuanto se abren las puertas, se oye un ruido sordo y amenazante, todo empieza a temblar y a caerse de los estantes, se le desarregla el flequillo y por fin aparece la turba de amas de casa ávidas de rebajas destruyéndolo todo (en el cine de los sesenta los estereotipos de género eran intensos, las fuerzas más conservadoras no disimulan su añoranza). En Cortina rasgada, un Paul Newman acorralado en una sala de cine grita la alarma de fuego, provocando la desbandada general con la que no se puede razonar y así se escabulle en el desorden. En muchas películas hay escenas de linchamientos colectivos. Nos reconocemos en esas escenas porque nos es familiar ser masa en partidos de fútbol, conciertos de rock, manifestaciones, fiestas y barullos.

Hablábamos de Trump. El trumpismo manipuló estados negativos desconfianza, confusión y pérdida, encrespándolos y convirtiéndolos en odio, a base de mentiras, torceduras del lenguaje y propagación de bulos. Su propaganda logró que medio país actúe como masa, que sea ya una bestia con la que no cabe razonamiento ni interlocución. Da igual la evidencia de que es un magnate corrupto que no tiene nada que ver con las clases populares o la demostración de que conspiró para alterar votos y recuentos. Daría igual que matase a gente en la Quinta Avenida, como él mismo dijo. En una sociedad atrapada en odios se normaliza la mentira porque la verdad no importa y la gente no actúa según sus intereses sino según la identidad simbólica que su odio le hace sentir. Las arterias de la democracia están embozadas.

Ese efecto de masificación lo logra la propaganda en esos momentos propicios de miedo, pérdida y confusión. Trump es la culminación de estas tácticas de ultraderecha y el sistema de EEUU se desmorona. Entendámoslo bien: cae la civilización en la única potencia colonial mundial, la que tiene bases en todo el mundo sin riesgo de guerra imaginable que amenace su territorio. Trump muestra una pared del huracán que nos rodea por la importancia objetiva de EEUU, pero también por ser la obra terminada de los bocetos que vivimos en Europa y España. Aquí la táctica de la polarización extrema la inició Aznar, con el trazo infame de MAR, y no dejaron de crecer sus componentes: odio, fanatización de los propios, proliferación de la mentira y el bulo, disolución de la racionalidad y la política en la afirmación rabiosa y estridente de identidades simbólicas.

Estamos en el ojo del huracán porque las elecciones tumbaron el exceso al que habían llegado estas tácticas y, en la caída, las abrieron en canal y mostraron sus componentes. Más gente ve ahora la sarta de mentiras que llenaron los espacios públicos y el monopolio de los medios y su desmesura, y más gente empieza a ver a las Ana Rosas y Ferreras como caricaturas. Los excesos de los medios solo pueden entenderse desde el convencimiento total de las oligarquías que están detrás de que realmente el país es suyo y pueden hacer lo que les dé la gana. Las elecciones templaron ánimos y las oligarquías andan desorientadas de momento. Hay ahora un punto de racionalidad y de política del que ya no teníamos costumbre.

Un botón de muestra. La patronal catalana está presionando a Junts para que facilite la investidura de Sánchez. Normalmente la patronal catalana, como cualquier otra, no sería favorable a un gobierno de coalición de izquierdas (PSOE y Sumar), sostenido en buena medida por otras fuerzas de izquierdas (Esquerra y Bildu). Pero la patronal quiere bajar del monte a Junts y que vuelva Convergencia. Y el futuro gobierno también. Y seguramente buena parte de la base de Junts, aunque sean independentistas. Se abren tímidamente puertas para tratar la mayor disfunción formal del estado, que es el diseño territorial. Hay bravatas verbales, pero todo el mundo sabe que no caben apuestas llevadas al límite. Es solo el ojo del huracán. El poder financiero y mediático y su brazo político recobrarán su ser y su rumbo trumpista. El PP siempre necesitó al País Vasco y Cataluña convulsos y generando iras para mantener sus aspiraciones electorales. Pero de momento, en el apacible ojo del huracán, se siente más templanza y juego de ajedrez, más política y menos masa invadiendo las rebajas o saliendo del cine en estampida.

El huracán que nos rodea tiene más piezas. Sigue la guerra en Ucrania y el golpe de estado de Níger puede aumentar el poder de Rusia en la zona que controla los flujos migratorios a Europa y España y donde está el codiciado cobalto, además del uranio. Estas son zonas de hambre y Rusia les ofrece cereales y protección. No olvidemos que Latinoamérica, en general, está medio de lado con la invasión de Ucrania, porque sus intereses miran más a China y Rusia que a Europa. Y tampoco debemos olvidar que para EEUU, sea Trump o Biden el presidente, no importa la democracia, sino la geopolítica, y que Biden mostró con su viaje a Ucrania cuáles son sus prioridades. Su viaje fue Londres, Varsovia y Kiev. El Reino Unido fue el país que se fue de la UE con malas artes populistas trumpistas.

Polonia es, con Hungría, el país que desafía desde dentro a la democracia liberal en la UE y que se postula como la verdadera Europa. Polonia y Ucrania son el sello que separa a Rusia y Bielorrusia de Europa desde el mar Negro hasta el mar Báltico. Por Bruselas Biden ni pasó ni se le esperaba. Se recibió en Europa con satisfacción nuestro resultado electoral, porque fue la primera vez que retrocedió la ultraderecha y se derrotó a la posible coalición que la llevase al gobierno. Se recibió con satisfacción porque EEUU da muestras de que Europa está sola en la defensa de su democracia, porque solo le interesan los ejes geoestratégicos.

Las paredes de nuestro huracán tienen además tres amenazas, una interna y dos externas. La interna es el puzle territorial y las bichas nacionalistas independentistas y unionistas (que vuelven con chocheces imperiales, qué cachondos) que buscan fanatizarnos. Y hay dos miserias morales exteriores de España que son amenazas. Por un lado, la miseria de abandonar al Sahara liga nuestra situación a Marruecos, un más que discutible «amigo». Por otro lado, una miseria moral que apenas percibimos es el trabajo que nos hacen países africanos parando la avalancha migratoria. Es una miseria porque pagamos para contener la desesperación sin mirar los métodos con los que se paran. Están a la vista, pero no los miramos. Es una amenaza porque eso convierte a las masas desamparadas en un recurso estratégico. Pueden mover la llave del flujo migratorio para presionar creando situaciones inmanejables. Marruecos ya dio muestras con impunidad. Hablamos de personajes sin escrúpulos, que a la vez trabajan para nosotros y nos amenazan. Miseria moral y amenaza.

De momento, estamos en el suave ojo del huracán, agosto es un hervidero político sin dejar de ser agosto y el hervidero político es política. A la derechona ya se le pasará el berrinche.