Como una especie de deja vu, cuatro años después volvemos a vivir la misma situación. Lo cual demuestra que España se ha instalado en una polarización entre bloques. Tenemos una especie de bibloquismo, dentro del cual y curiosamente han logrado resurgir los partidos bipartidistas.
Por tanto, nos encontramos con dos líderes que dicen tener argumentos para sentirse legitimados para gobernar. Y aquí aprovecho para introducir una reflexión sobre algo que me viene preocupando desde hace años, que se ha evidenciado aún más en la campaña, y que parece que llegará a su colofón en los próximos días.
Tal preocupación es ver cómo se va instalando una falacia en el ideario colectivo de la opinión pública: «es justo que la lista que gane, gobierne». Porque en esencia ¿Quién podría estar en contra de algo tan justo como que en la vida todo ganador reciba su premio? ¿Acaso la democracia no se basa en que el ganador gobierne?, y ahí reside el éxito de dicha falacia, en su sencillez al vincular esta lógica a valores tan sólidos como la justicia y la democracia.
Pero el problema es que este supuesto apriorismo es falaz y me parece muy grave que un candidato a presidente, líder de la oposición y de un partido constitucionalista como el PP use este argumento ignorando las reglas del juego marcadas por nuestro sistema electoral.
Núñez Feijoo lo usó en el cara a cara electoral ofreciéndole firmar al señor Pedro Sánchez, un papel para pactar entre ellos que gobernase la lista más votada. Sinceramente, no daba crédito porque estábamos viendo en tiempo real cómo el líder de la oposición le ofrecía al presidente vaciar de contenido el artículo 99 de la Carta Magna. Ahí es nada.
Pero hay más, en su discurso de la pasada noche electoral, Feijoo afirmó que era una anomalía que en España no pudiese gobernar la lista más votada, que generaba inseguridad jurídica y afectaba al prestigio internacional del país.
En mi humilde opinión este discurso es muy grave, porque delata claramente cómo nuestra clase política retuerce la Carta Magna a su antojo. Vivimos en un modernismo líquido que provoca que todo sea maleable y adaptable en función de intereses que no dejan de variar de un día para otro. Así que cuando conviene, la Constitución es estática e inviolable, pero al día siguiente puede manosearse en función de los intereses partidistas de cada quien y hablar de anomalías democráticas cuando llevamos en España más de cuatro décadas con un sistema parlamentario.
Y el señor Feijoo y el Partido Popular cuando abanderan esta falacia, ignoran que nuestro sistema no es presidencial, y que son los diputados por delegación de los ciudadanos quienes eligen al presidente, tal y cómo reza la Constitución.
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