Al grano con las denuncias

OPINIÓN

Ramón Leiro

(4ª parte y final)

23 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

No es extraño que allá en lo alto de Gijón, la militar Agrupación Mixta de Encuadramiento, del Arma de Caballería y de Ingenieros, con sede en el que fue el cuartel de El Coto, llevara el número siete, de tantos símbolos. Siete son las colinas de Roma; siete los pecados capitales; siete los sacramentos; y siete los enanitos que cuidaron de Blancanieves, protegiéndola de su bruja madrastra. ¿Por qué las madrastras son siempre tan brujas? Cerca de aquel cuartel hubo una cárcel terrible y un poco más lejos, está el edificio de los Jesuitas, hoy colegio, ayer cuartel, el de Simancas, y también circo muchas veces, más hoy que ayer.   

9º.- En la Comisaria de Policía de El Coto, en Gijón, el día 12 de junio de 2023, de las once horas y cincuenta minutos a las doce horas y veinte minutos. 

Dejo atrás el que fue cuartel de El Coto, el de los militares como  Muniain y Rolandi, y el de las dos garitas en el exterior, cual torres de un tablero de ajedrez. Subo un poco más y llego a la calle Feijóo, que, por tantas subidas y bajadas, es más balancín o tobogán de feria que calle, pues, caminando tranquilo, de repente hace «jóo», «Feijóo», que es como si cayeras abajo para luego subir a lo más alto. Y por esa calle, antes del célebre barrio de El Coto, paseaban señoras con batas de percal, echando maíz a las pitas, y portando en la otra mano una aguja y madeja para hacer jerséis. 

En esa calle de Feijóo, entré en la Comisaría de Policía, la otra, de la Policía Nacional, «Fuerza y Cuerpo» de España y hasta de La Reconquista y Covadonga. El nombre de la calle recuerda al Feijóo de antes, con perversión de monje benedictino, gallego de Orense y conventual en Oviedo allá por el siglo XVIII. Y el nombre de la calle recuerda al Feijóo de ahora, cara de político «chato», muy «chato y aplanado» como aplastado, también gallego de Orense, de brillante carrera y por oposición al elitista «Cuerpo del Estado», llamado el de Correos. 

No obstante las maneras apacibles y casi dulces, las mías, que no olvidan de presuntos delitos cometidos por funcionarios públicos y con ganas de careos, tuve más empeño, persistiendo en denunciar, que si fuera empleado de un Monte de Piedad. Ahora comprendo que en las inauguraciones del llamado «Año Judicial» en palacio viejo de Oviedo, Casino en La Regenta, se alardease de que la criminalidad en Asturias bajaba y bajaba. Naturalmente, con funcionarios de «Fuerzas y Cuerpos» como los aquí descritos (3ª parte), lo extraño es en Asturias, a excepción de los de las clases dirigentes o élites, nunca en las estadísticas ni en cómputos, que haya otros delincuentes. 

Esperé sentado en la nueva Comisaría, haciendo turno, y viendo a la derecha un policía nacional, sentado junto a la pared, que daba citas y explicaba requisitos para renovar el carnet de identidad, lo cual es, por ser de nacionales, mucho más barato que lo de la extranjería, carambola de despachos, que es de extranjeros, donde cosas muy raras y caras dicen que ocurren u ocurrieron ¿Tendrá razón mi amiga María Elena, la maoista?   

Una mujer, con uniforme de Policía Nacional, me atendió con el respeto debido a cualquier ciudadano por parte de funcionarios públicos.  Como escribiera André Maurois, de la Academia Francesa, «El uniforme anuncia sin ambigüedad el oficio», y eso vale para saber cuando se está delante de una policía nacional, de un torero con coleta y moño, de un obispo con pompones morados como verrugas, o de un general de la caballería montada y húngara, antes austro-húngara de Francisco y José, Emperador.  

La funcionaria de la calle Feijóo, maravillosa señora, a diferencia de la dark-lady o mujer fatal, con tinte hasta en el pelo, de la Comisaría de Moreda (parte 2ª), tomó dos decisiones que me parecieron muy correctas: a) pedirme el carnet de identidad para iniciar comprobaciones y examinar si por su reciente hechura admitía o no falsificaciones, y b) permitirme ejercer un derecho-obligación, que es el de denunciar.  

La diligente funcionaria, después de tranquilizarme dándome traslado de lo a ella indicado, al parecer, por un departamento superior sobre mi DNI., me facilitó la denuncia, que la formalicé y firmé a las doce horas y seis minutos, siendo el instructor el funcionario 79.180 y el atestado el número 13157/23). El instructor que la redactó, según mis explicaciones, me entendió perfectamente, poniendo mi firma sin objeción alguna, sin modificar una coma, lo cual me sorprendió hasta a mí, tan acostumbrado a objetar comas y puntos y comas. El lunes día 10 de julio supe que doña Delia, delgada y delegada del Gobierno, había entregado medallas a integrantes de Fuerzas y Cuerpos, más no me hice ilusiones, al saber dos cosas muy interrelacionadas: a) que el hombre y la mujer siempre tienen necesidad de honores y b) que los dan (los honores y medallas) a quienes menos las merecen. No vi premiado a mi instructor.    

10º.- Y ya con la denuncia bajo el brazo, a seguir la pelea con REPSOL, la gran Compañía, que como las grandes compañías, es más tóxica que el amianto

Sobre las trece horas y cuarenta y un minutos, trasladé por mail al Departamento de Calidad la denuncia formalizada minutos antes. A las diecisiete horas cuarenta y dos minutos, a la «Oficina de Atención del Accionista» de Repsol, envié otro mail adjuntando la denuncia. Y esto último lo juzgué interesante por haber leído en Internet que unas tales, Antonina, Patricia y Elena, eran las responsables de «relaciones con accionistas minoritarios» de la petrolera Compañía. Y en el último mail recibido de esa Oficina, el 18 de julio de 2023, un sonriente de nombre Ramón, con corbata hortera, da «saludos cordiales» a los accionistas. Una página Web, la de los accionistas de Repsol, por muy castiza, huele a churro y parece un botijo manchego.  

A media mañana del miércoles 14 de junio, recibí llamada desde Madrid de Repsol, el número de la llamada empezaba con el 918 y terminaba con el 21. En dicha llamada se me informó que «todo» estaba arreglado, pidiéndome disculpas, contestando yo que, por supuesto, los errores son inevitables en el acontecer humano, pero que hay que responsabilizarse debidamente, y que en eso consiste la obligación de indemnizar o sea, dejar «indemnes» a los perjudicados, de daños materiales y morales.  

El miércoles día 21 de junio manifiesto ante otra llamada de Repsol que preciso la constancia por escrito de la propuesta de indemnización, que me llegó por mail el viernes día 23 que dice: «Tras conversación telefónica, adjunta podrá encontrar la propuesta en compensación por el retraso en la contratación de suministro de luz y gas… Lamentamos las molestias que esto le haya podido ocasionar y le recordamos que estamos a su disposición en el teléfono gratuito…». 

Y desde entonces, nada contesté ni hice, habiendo hasta el momento conseguido una sola cosa, aunque muy importante: que Repsol y sus comerciales ya no me molesten.  

 11º.-Y terminando ya, o la traca final: 

Pudiera ser, para entender este final, que haya que leer las cuatro partes anteriores y el Aviso y denuncio. Si así resultase, pido disculpas. Recuerdo que todo empezó con aquello de «Solicitud rechazada por no haber el análisis de riesgo preliminar». Y ahora, después de tantos episodios, no me da la gana de contratar la luz y gas con REPSOL. No me fío naturalmente. Y si sigo como accionista es para aprovecharme de las minusvalías de las ventas de acciones, pues muchas fueron compradas a veintitantos euros por acción y ahora están a doce.  

No es extraño, que con militantes tan destacados del Partido socialista catalán y del Partido nacionalista vasco, las acciones coticen tan a pérdidas. Cosa comprensible tratándose de catalanes y vascos, y es que con ellos siempre pasa eso, sobre todo si los apoya la Caixa, antes Caja de Pensiones.

Que la junta general de la Compañía ratifique a políticos, directivos en cargos empresariales, es una prueba más del capitalismo de mondongo, de tocino y morcillas que impera en España, todos puestos, los mondongueros, ahí por el Gobierno y los partidos de turno. Y unos enchufados que mandaron a la jubilación a empleados con 60 años y que ellos, algunos ya con 75 años, repiten año a año. Mochuelos de chimeneas y/o picos de pajarracos. Ni se les desinfecta con acido clorhídrico.  

Y hubo quien se acordó de la llamada «Agencia española de Protección de Datos», la de la Ley 11/2022, de 28 de junio, General de Telecomunicaciones; yo también después de haber leído la Circular 1/2023, de 26 de junio y firmada por su directora con apellido de Patria. ¡Qué bonito y literario es eso que se llama «derecho» a no recibir llamadas no deseadas! Y si las grandes compañías estornudan, la Agencia esa es que se corre como transportada por el viento. Y para comentar esa Circular hay que tener muchas ganas de reír, y yo ya me reí bastante y de muchos.

12º.- Y para llegar a la docena, lo del «establo de desecho»:

No es gruesa la separación entre «Estado de Derecho» y «Establo de desecho». Para pasar del 1º al 2º al Estado le basta con no proteger a sus ciudadanos, despreciarlos a lo fascista o a lo democrático, y pronto éstos encontrarán a los que los protejan, que serán las mafias. El caso de Sicilia es el modelo. Y eso sería una pena, habiendo en este tiempo muchas bondades.

Siendo los anteriores y éste, artículos de presuntos delincuentes, pregunto: ¿Dónde está la magnífica colección de huchas, de gran interés artístico, que fue de la Caja de Ahorros de Asturias? Y ¿dónde está la completa colección de Cuadernos del Norte, de gran interés cultural, que fue de la Caja de Ahorros de Asturias? ¿Se basta, señora Consejera de Cultura,  o precisa usted de «excitación de celo»?