La muerte y el voto

OPINIÓN

Pasillo en el HUCA
Pasillo en el HUCA J.L.Cereijido | EFE

20 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En campaña electoral los partidos suelen decirte que con ellos vivirás mejor. O deberían hacerlo, porque últimamente prefieren decir que con el otro vivirás peor, lo que es flaco consuelo, ya que la mayoría dela gente, sino toda, quiere vivir bien o muy bien. Otra cosa es qué significa vivir bien y ahí también entran las maltrechas ideologías para definirlo. O deberían, porque a veces los programas son una página con cuatro frases hechas y no sabemos qué es vivir bien para ese partido que pide nuestra confianza.

Lo que no conozco es nadie que te prometa que con ellos morirás mejor.

Sin embargo, hay algo que une a los y las votantes del PP, del PSOE o de Sumar, todos ellos y todas ellas van a morir. Sí, tú también vas a morir.

Y yo también.

En los últimos 5.000 años no hay ningún caso documentado de alguien que no se haya muerto. El problema es cuándo y cómo.

Por ejemplo, recuerdo la serie Corrupción en Miami. Sí, tengo una edad, qué le vamos a hacer. Allí la gente se moría con la gomina recién echada, el traje inmaculado y un suspiro así del tipo «dile a mi madre que la quiero». Así da gusto morirse. Pero la realidad es que la muerte es una mierda, no se parece a eso.

Afortunadamente he conocido pocas muertes. Mi abuela Carmen se murió relativamente joven, con 75 años. Un parto difícil y una vida más difícil aún hizo que yo siempre la conociese delicada de salud. 

El último verano que vivió, pasó unas semanas sola en su casa. Yo iba a verla todos los días y si llegaba demasiado temprano la encontraba tosiendo. Estaba del orden de 20 minutos tosiendo todas las mañanas cuando se levantaba. Me abría la puerta y se sentaba y yo esperaba paciente a que acabase de toser para hablar un poco con ella. Mi siguiente recuerdo es de cuando fui a verla a casa de mi tía unos días antes de morir. Recuerdo su cara y su gesto de dolor. No quise verla más y a los pocos días murió. Murió rodeada de sus hijos y bien cuidada, pero después de muchos años de enfermedad. Una enfermedad causada fundamentalmente por la miseria de la posguerra y la falta de cuidados médicos adecuados. La muerte no deja de ser consecuencia de la vida que tuvimos.

Angelita era más joven. Podría haber sido hija de mi abuela. Y también era más joven cuando murió. Era una mujer que había sufrido mucho a lo largo de su vida. Siempre ella la última de todo, como todas las mujeres que se criaron en la posguerra. Todo el mundo era primero que ella y lo suyo no era importante. Cuando su hija fue con ella al médico a ver qué pasaba porque eso no podía ser, ya fue demasiado tarde. Estuve con ella el día antes de morir. La familia me pidió que los ayudara, porque la Seguridad Social les había prestado una cama de hospital para que pudiera estar más cómoda. La visitaba creo que diariamente un equipo de paliativos. Yo fui a pasarla de la cama donde estaba a la que habían traído. Desgraciadamente, nada más que 24 horas le sirvió la cama. La tuvieron que sedar y falleció. Pero cuando ayudé a cogerla en brazos, abrió los ojos y me reconoció y saludó. Y a mí, nunca lo olvidaré, no se me ocurrió otra cosa que decirle qué tal. Nada dije que le mostrase el aprecio que le tenía. Su muerte fue, gracias a los adelantos médicos, a la sanidad pública y a su hija, lo mejor que puede ser una muerte en esas circunstancias, pero fue prematura como consecuencia de la vida que vivió.

En Irak durante los oscuros años del ISIS, leí que a un chaval joven el ISIS Lo decapitó por no seguir al pie de la letra sus estúpidas e irracionales normas. Dejaron el cadáver expuesto en la calle delante de la casa de su madre con prohibición de que nadie lo tocase. Ese es otro tipo de muerte. La muerte de la barbarie y de la guerra. Ahora en Sudán, en Siria, en Yemen, en Tigray. Y en Ucrania. La muerte en medio de los aullidos que te arranca la tortura. La muerte con la angustia de que los tuyos están sufriendo, de ver tu tierra humillada y destruida, no ya solo las personas.

A veces, la guerra no es tan patente. Leo en Cómo va a ser la montaña un Dios de Eduardo Romero, cómo, en Colombia, las personas de las que habla en el libro, ya no es que aspiren a no ser asesinadas, sino simplemente a que cuando las asesinen su cadáver sea reconocible por su familia. Sí son otras formas de morir en los morideros que son a veces los paises explotados y empobrecidos.

También en nuestro país hay muertes duras y violentas. Una mujer es asesinada cada semana por su pareja o expareja. Cada semana seis personas mueren en nuestra frontera marítima intentando llegar a la Costa. Cada día dos personas mueren trabajando.

En el caso de mi abuela y Angelita, hoy hubieran contado con una ayuda y un apoyo que probablemente hubiera impedido su muerte prematura o hubiera, al menos, mejorado su calidad de vida. La forma en cómo se organiza la sociedad y que la sociedad y tú tengáis más o menos medios influye en cómo te vas a morir. 

Y sí, importa mucho cómo te vas a morir. Las guerras, el fanatismo, el narcotráfico y en general el crimen organizado, la explotación y la miseria llevan a muertes de personas jóvenes, pero además a muertes terribles, terroríficas.

Tú, que has leído hasta aquí, vas a morir. Y toda tu familia. Te deseo que sea dentro de muchos años y que sea en paz, con buena atención por la sanidad pública y con vigilancia de los servicios sociales para que nadie se aproveche de ti en ese momento de vulnerabilidad. Y te deseo que mueras en un país en paz, donde estés seguro que los tuyos, desde tu gato a tus nietas, van a vivir bien.

Pero eso no es automático, no funciona chascando los dedos. Ni siquiera sirve rezar, o no solo. Hace falta que cada día nos esforcemos por convivir en paz y por construir un país que sea bueno para morir. Es decir, un país que sea bueno para vivir.

El domingo hay elecciones. Te pido que votes y que antes de hacerlo pienses cómo te gustaría morir y qué es lo que debes votar para que tu deseo pueda ser realidad. Sé que no es lo corriente. Sé que no es lo que se dice en campaña. No hablo ni de ETA, ni de fachas, ni de Perro Sanxe. Ni de las pensiones. Solo te digo que pienses en la muerte, porque de esa seguro no te vas a librar y lo que votes influirá en cómo va a ser la tuya y la mía.