Feijoo habló y va a hablar mucho con Felipe González, dice. Busca el elixir que limpie las basurillas de Vox que lleva en la pechera. Busca ser él el continuador del relato nacional. La transición, el centro político y la Corona: el relato que se amasó estas décadas es que esos son los muros de nuestra casa y que fuera de ellos hace frío y estamos en la intemperie. Quien hable del régimen del 78 reniega de nuestra última gran empresa colectiva y del marco en el que España consiguió más prosperidad y más presencia internacional. El centro, o la centralidad, es la moderación, la actitud de entendimiento y acuerdos. Fuera del centro solo quedan actitudes maximalistas de enfrentamiento y sectarismos estridentes. Y los resabios republicanos que cuestionan la monarquía son ecos de tiempos de enfrentamiento y anuncio de desórdenes. La monarquía es aséptica, arbitral, algo que nos une y nos simboliza, dice el relato. La república ya está en sí misma teñida de ideología y, lo que es peor, de historia y recuerdos. La república está fuera del país. Hasta Figo, que ya era extremo derecho como futbolista, ofreció Portugal como país de acogida para el Rey emérito, porque en Portugal no hay coletas (lo puso con varias admiraciones de tanta gracia como le hizo su juego de palabras). Lo chusco de la anécdota no es que Portugal sea una república ni que Figo no pinte nada para hablar en nombre de Portugal. Lo chistoso es la tortícolis que va a coger este hombre de tanto como estira el cuello a ver si la derechona lo ve y le da algún cargo o encomienda. Toni Cantó alentó muchas vocaciones.
Qué puede haber de malo en este relato de transición exitosa, centro político constructivo y monarquía como carpa bajo la que nos cobijamos y hablamos de nuestras cosas. Qué puede haber de malo en ponerse de acuerdo en los grandes temas que deciden el rumbo de un país. El problema de los principios correctos no está en los principios correctos. Son dos los problemas. Un problema está en que los principios correctos se contradicen y hay que decidir qué principio correcto hay que aplicar. Si alguien está en un coche aparcado y cerrado y da señales de estar sufriendo un ataque, entran en conflicto dos principios: el de socorrerlo y el de no andar rompiendo las ventanillas de los coches; hay que quebrar uno de los dos. La libertad que exige la Iglesia para elegir la escuela de los hijos es un principio correcto. El principio de que la escuela no desagregue socialmente al país es también un principio correcto; hay que elegir. Ya lo dice la frase que se atribuye apócrifamente a Groucho: «si no te gustan mis principios, siempre hay otros disponibles». El otro problema no es la variedad de principios para el mismo hecho, sino la restricción de hechos para el mismo principio. Toni Nadal, en presencia de Isabel Díaz Ayuso y a propósito del abucheo e insultos que le habían dedicado en un acto público, decía muy circunspecto y con aires de pedagogía social que se podía discrepar y tener distintas ideas, pero que había que respetar y no insultar. Como reflexión, no va muy allá, pero no nos concentremos en eso. Lo cierto es que el principio es correcto, no hay que insultar. El problema es que un principio correcto debe aplicarse a todos los casos del mismo tipo. Si se aplica a unos casos sí y a otros no, no era un principio, era un pretexto para algo. Ayuso solo habla de corrido cuando encadena insultos y barbaridades. Hasta abogó por un PP callejero y pandillero. Si Toni solo recuerda el principio del respeto cuando la abuchean a ella, es que toda su circunspección y pedagogía social es un pretexto para otra cosa, en este caso dar coba. Días después ya era miembro de una fundación del PP. Según parece, su trabajo va a ser atraer talento y experiencia a la política. La monda. Cómo no va a estar Figo calentando en la banda. Si quieren masticar la falsedad de los principios cuando se aplican de manera intermitente, observen quiénes gritan con más énfasis la palabra libertad en la enseñanza: Opus Dei, Legionarios de Cristo, arzobispos varios, Vox …
Así que ya empieza a caer un buen chaparrón de principios correctos de cara a las elecciones del 23. Una posibilidad muy real es que el PP sea al menos la fuerza más votada. El truco será el de chorrear a Sánchez de principios correctos para que haga lo correcto: que facilite a Feijoo su investidura, que para eso habría ganado (lo que aún no está claro; ya saben que hay dos teorías enfrentadas, la del CIS y todas las demás). Felipe González ya se pronunció por ese encuentro en la centralidad, en la moderación y altura de miras sobre el país. Es importante que lo diga él, porque es del PSOE, porque ahí estuvo en la transición y porque sabe mucho de acuerdos de país. Pero no sería solo él. Si Feijoo es el más votado, caerán sobre Sánchez todas las presiones mediáticas, financieras y políticas para que se deje llevar por principios correctos y haga lo correcto. Transición, centro y Corona.
Estos principios correctos dejan de parecerlo cuando no se le recitaron al PP todas esas veces que ganó Sánchez y tuvo que llegar a acuerdos o convocar nuevas elecciones. Cuando Sánchez peleaba en Europa por los fondos que evitarían la ruina del país, los alegres muchos de Casado peleaban en Europa con los frugales y sus prejuicios raciales hacia el sur para que dejaran arruinarse a nuestro país y de paso a la UE. Nada de ayudas: méritos, salir adelante por uno mismo, clamaba Cayetana Álvarez de Toledo, rica de cuna por generaciones. Fue un intento de sabotaje en toda regla. No salió Felipe González a explicar cómo en la transición hubo que mirar por el país. No salió ningún banquero ni representante de la patronal. Verán cómo salen el día 24 inflamados de altura de miras.
El centro no existe, dice con razón Iván Redondo. Debemos pensar en el centro como el sentido común básico de la gente, el seny de la política catalana durante mucho tiempo. Hay que llevar, dice Redondo, el centro a tu causa, es decir, tienes que anclar tus ideas en el sentido común. El problema de estos tiempos es la perversión del lenguaje. No creo que Felipe González y las fuerzas vivas crean que es de centro secuestrar el poder judicial toda una legislatura, escupirle a Sánchez con Txapote (si sabrá González: a) que Sánchez no tiene que ver con ETA; y b) que Bildu poco tiene ya que ver), buscar en Europa el perjuicio de España, alentar el bulo de pucherazos o negar legitimidad al presidente nombrado por el Parlamento. Esto no es el centro. Fíjense en esta serie: 65, 86, 93, 32, 41, 44. Y ahora en esta otra: 71, 76, 56, 73, 62, 52. Podría haber cogido las cifras de otros bloques de seis años que expresarían la misma idea. La primera serie es la de asesinatos de ETA entre 1978 y 1983. La segunda es la de asesinatos machistas entre 2007 y 2012. No es de centro negar el fenómeno de la violencia machista para conseguir socios. Tampoco es de centro bajar millones los impuestos de los ricos y entregar al lucro privado los servicios públicos que gestionan nuestros derechos. Nada de esto es el seny. De eso va la perversión del lenguaje, de hacer que la palabra «centro» se refiera a la zona de confort de los ricos. Los ricos ya no se conforman con el estado de bienestar. Ahora quieren neoliberalismo sin corrección, quieren libertad sin reglas, para que no haya más reglas que las de las oligarquías. Su zona de confort de cuando la Constitución ahora les parecería comunista. Lo que nos saca del centro es rozar con las oligarquías y sus intereses y la palabra centro va moviéndose según dónde vayan esos intereses, según el ecosistema en que los ricos se sientan a gusto.
A eso lo llamarán centro y eso dirán que es la línea directa con la transición. González ya está en ello. Y no buscarán consenso con Sánchez. Lo presionarán para que aplique los principios correctos, que serán la zona de confort de los ricos. La transición fue un conjunto de claroscuros. Algunos de sus actores se resisten a modificar uno de ellos, que es el que consiste en tratar las elecciones como el pase infantil y dejar las grandes cosas a los adultos, atechados en la Corona, que tienen el sentido común para ver lo que nos conviene. Y nos conviene lo que mantenga a los ricos en su zona de confort.
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