Por curiosidad he estado calculando la edad media de nuestros difuntos reflejados en las páginas del diario: 69,6 años. Coincide con las estadísticas al uso. Vivimos como media 70 años y Galicia liderando. No es mala noticia, es un deseo universal el prolongar la vida, siempre y cuando esa última etapa no esté empañada por el abandono familiar, la enfermedad o la desidia de una Administración que no sabe o no quiere saber, haciendo un mal uso del poder que le otorga el voto. Según información reciente, España necesita 57.000 millones de euros para cubrir la falta de geriátricos antes del 2030. Por desgracia Galicia vuelve a estar en el grupo de cabeza en cuanto a esta necesidad. Malos tiempos para morir o para ser viejo.
En mi aldea, los niños se arremolinaban ante el visitante y en las fiestas el griterío no dejaba escuchar a la banda de música. La curiosidad infantil era ruidosa y alegraba nuestras bisbarras. Hoy, silencio, abandono o demencia senil que es peor que el silencio. Pero no solo es la senilidad la que puede romper el equilibrio de nuestros paisajes, es lo que trae consigo: incremento de la tasa de enfermedades crónicas, por cierto, muy costosas, que la salud pública debería cubrir, pero empiezan los nubarrones que amenazan tormenta. Solo un ejemplo, antes había un límite de edad par un trasplante renal, y por encima de treinta años no se admitía el órgano de un donante. Hoy no hay límite. Hace poco, la palabra cáncer era sinónimo de muerte. Era el fin. Ya nada se podía hacer y se moría en su casa, no en el hospital, y menos en las residencias. Nadie quería terminar allí. Hoy es al revés. El médico no va al domicilio, es el enfermo el que va al hospital, aunque puede estar mejor atendido en su cama. Pero no hay médicos de familia. Otra vez la ceguera política de turno. La vida se ha complicado, no hay tiempo para cuidar al viejo de la familia y a veces, contra su voluntad, lo echamos de su casa que muchas veces nos legó con su herencia. Trágica e injusta decisión. No hay dinero, se defiende la Administración, o la política neoliberal que aboga por vender el Estado y no cumple. Sin embargo, al mismo tiempo bendicen bajar los impuestos a los que se han hecho ricos en parte con el esfuerzo de nuestros viejos. O incluso alguno vergonzosamente se dobla el sueldo, sueldo público que también han generado los impuestos. ¿Políticos insolventes y mentirosos, Administración ciega, o pasividad del ciudadano que les vota? No creo que sea demencia senil prematura generalizada, aunque sí creo que es un mal círculo vicioso.
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