No es fácil elegir. Ni siquiera cuando uno anda eligiendo algo tan en apariencia inofensivo como el tejido y el color de una falda llamada kilt. Acaso porque elegir implica también descartar. En este instante, Carlos III no se encuentra, obvio, ante la elección de su vida, tampoco ante la elección de su reinado, pero sí ante una elección, puede que pequeñita, despreciable para algunos, pero una elección, un sí con todos sus noes. De ahí, acaso, su mirada, grave, deslizándose entre los estantes llenos de muestras en esta fábrica textil de Escocia. El hombre parece un español ante una urna. Hay quien dirá que menuda pesadez elegir, lo mismo una falda que un gobierno, sin pensar que lo pesado, pero pesado a nivel aplastamiento, es no poder elegir, o elegir como eligen en Rusia, Cuba, Venezuela, Afganistán, elegir sin tener elección. Para así entender la suerte de poder elegir qué falda, y qué gobierno, ponerse el próximo domingo, o dentro de dos.
Comentarios