El pasado domingo se vivió un momento muy delicado durante la entrevista que Jordi Évole le hizo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En un momento dado el periodista catalán le preguntó al señor Sánchez: «¿Usted ha tenido que ir al psicólogo durante estos cuatro años?».
Yo estoy convencido de que en la pregunta no anidaba ningún interés morboso del periodista sino una intención muy encomiable de visibilizar la salud mental. Una parte de la salud que ha estado oculta y estigmatizada y cuyo grave deterioro a nivel global apenas estamos empezando a poder valorar tras una terrible pandemia mundial, un rápido cambio en nuestras relaciones personales debido al efecto de las redes sociales y ahora mismo a la aparición de programas de inteligencia artificial. A pesar de que la intención del comunicador catalán pudiera ser muy loable, creo que el resultado es tremendamente pernicioso porque atenta directamente contra el derecho de privacidad de, en este caso, el entrevistado.
El ámbito de nuestra intimidad es cada vez más reducido. De manera consciente o inconsciente se están haciendo públicos nuestros recuerdos, nuestras fotos, nuestros pensamientos, nuestras preferencias, nuestros gustos, con quién estamos, lo que comemos, a dónde viajamos, lo que compramos, etcétera... Informaciones en ocasiones muy personales que compañías utilizan de manera bastante opaca. No me imagino a ningún periodista preguntándole a un político si ha tenido la necesidad de ir en algún momento a recibir sesiones de quimioterapia a causa de algún tumor. Si consideramos la salud mental como una parte muy importante de la salud deberíamos tener mucho cuidado con el tratamiento que hacemos de ella y no olvidar nunca que nuestros datos sanitarios son confidenciales y están especialmente protegidos por la ley.
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