
P ocas noticias de un óbito nos han causado a algunos tanta impresión como esta que transmitió hace unos días la edición electrónica de un periódico y que vimos repetida casi en los mismos términos en otros medios: «Muere Mari Carmen y sus muñecos tras sufrir una caída en Tenerife». No choca tanto —pero choca— como ese accidente múltiple la falta de concordancia del verbo, muere, con el sujeto, Mari Carmen y sus muñecos. El incrédulo lector pasó a creerse algo más el relato de la tragedia al ver otras noticias sobre el mismo caso: «El accidente que provocó la muerte de Mari Carmen y sus muñecos», «La familia de Mari Carmen y sus muñecos trasladará su cuerpo a Cuenca», y cosas por el estilo.
Si nos atenemos a lo publicado, la relación entre esa señora y sus muñecos no está del todo clara. Algunos medios apuntan a la existencia de un hijo en común («El hijo de Mari Carmen y sus muñecos aclara el verdadero motivo de la muerte», «El patrimonio de Mari Carmen y sus muñecos: empresas, restaurantes y propiedades que heredará su hijo»). Algún imaginativo periodista parece apuntar incluso una relación sentimental («La trágica historia de amor de Mari Carmen y sus muñecos»). En cambio, hay quien daba a esa relación carácter maternofilial («Los icónicos muñecos a los que dio vida Mari Carmen»). Y algún otro digital añadía que celebraban juntos los aniversarios de sus nacimientos («Así fue el último cumpleaños de Mari Carmen y sus muñecos»).
Diarios más rigurosos y mejor escritos acabaron aclarando el embrollo: «Muere María del Carmen Martínez-Villaseñor, la popular ventrílocua del espectáculo Mari Carmen y sus Muñecos, a los 80 años»; «Muere a los 80 años la humorista de “Mari Carmen y sus muñecos”». Ahora quedaba claro el papel de los muñecos, que aparecían en el nombre artístico con el que la ventrílocua se presentaba en sus actuaciones, en las que ponía voz a los personajes fruto de su imaginación.
El origen de todo el lío viene del problema de nombrar con brevedad, y de forma que fuese reconocida inmediatamente por el lector, a María del Carmen Martínez-Villaseñor. Como persona podrá ser identificada como Mari Carmen, la de los muñecos, no como Mari Carmen y sus muñecos.
Llegados aquí, doña Rogelia hubiese recurrido a su característica interjección: «¡Leñe!».
Comentarios