Libertad (con ira)

OPINIÓN

La presidenta de Foro, Carmen Moriyón, durante su toma de posesión en el pleno constitutivo del nuevo Ayuntamiento de Gijón
La presidenta de Foro, Carmen Moriyón, durante su toma de posesión en el pleno constitutivo del nuevo Ayuntamiento de Gijón Eloy Alonso | EFE

18 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El pacto del PP con Vox en la comunidad valenciana no es sorpresivo. Ni en ningún otro lugar, que son manada. Núñez Feijoo ocultó la estrategia para evitar una penalización el próximo 23J, pero los barones no pueden aguantar tanta demora. Ahora Feijoo pasa de un «no» a un «sí» a Vox. Precisamente se vino afeando sin descanso a Pedro Sánchez su negativa inicial a «dormir» con Pablo Iglesias, para luego gobernar en coalición con él. Y más tarde la cama fue ocupada por sus sucesoras.

Sin embargo, lo que para Sánchez significó una penalización el 28M, no restará fervor popular a Feijoo el 23J. Del mismo modo, el castigo que supuso para Sánchez los acuerdos parlamentarios puntuales con Bildu para paliar en alguna medida, para tantas personas, el deterioro socioeconómico acarreado por la pandemia y la guerra, no tendrá su contrapartida en el Feijoo que ya habla sin tapujos que llegará a La Moncloa a lomos de Santiago Abascal. Por descontando, por culpa de Sánchez, siempre culpable, de lo propio y de lo ajeno, que el fervor popular traga con sapos y culebras.

Y no será tanto porque Bildu sea una agrupación abertzale con sujetos enraizados en los ecos de ETA, cuanto por la inmoralidad de los populares de concentrar todos los haces de luz en un solo punto, hacer de su campaña un láser que, por un lado, ciega al votante y, por el otro, y en consecuencia, destripa al contrario, en perfecta sintonía con las prácticas populistas y matonas trumpistas. Donald Trump, cuanto más imputado en hechos gravísimos está, más apoyo tiene de una sociedad que, como la española y europea, viaje en vagones para el ganado hacia la celebración del festín nauseabundo de la autocracia.

Bildu encierra demonios, pero Vox también. ¿Son comparables? No. Los de Bildu no matan, pero algunos lo hicieron o ayudaron. Los de Vox no matan, pero reducen la condición humana a la larga y sórdida noche del franquismo. El PSOE se distanció de los xenófobos vascos en cuanto inscribieron en sus listas electorales a los 44 (véase en Vitoria). El PP hace el recorrido inverso: se junta, se aprieta, con xenófobos españoles que maltratan a las mujeres, con gentes que niegan la mayor. Unos demonios están en el pasado. Los otros, en el presente, y son futuro.

Como quedó escrito, nada detendrá lo que se esconde tras el eslogan que pasará a la Historia Universal de la Infamia: «que te vote txapote», que «Amazon» ha reproducido en camisetas que vende entre 17,95 y 19.95 euros, dependiendo del tamaño de la bandera de España, que la extrema derecha (PP y Vox, no se olvide) ha hecho suya, como los nazis catalanes han hecho suya la enseña constitucional de esta región, trocándola incluso por una con aliento cubano.

¿Les importará a las mesnadas patriotas que quien será vicepresidente del Valencia, de Vox haya sido un sádico criminal de toros? ¿Les importará a los susodichos que otro bastardo tenga los cojones de afirmar que la violencia machista es un invento, que las palizas y asesinatos de miles y miles y miles y miles del cromosoma XX (o las «formas pecaminosas») son propios de delincuentes comunes? No. Claro que no. Todavía más: será premiada esta coalición de sangre el 23J. Porque nos encantan los holocaustos: el judío se queda corto con el holocausto del «sexo débil» desde el Neolítico, que no tiene fecha de caducidad.

¿Les importará a las propias mujeres que la próxima regidora de Burgos, del PP, elimine la concejalía de Igualdad? No. Claro que no. Todavía más: será premiada esta coalición de sangre. Porque las mujeres de los XY de extrema derecha han vuelto a la caverna de las décadas fascistas. 

El punto primero, y rigurosamente clave, del programa de gobierno firmado entre PP y Vox para la comunidad valenciana habla de «libertad». Naturalmente, libertad para discriminar, humillar, apalear a quien no tenga polla o no la use como Dios manda, no sea blanquito, no sea católico ultra y no sea español, pero español de camisa vieja, y si es azul, mejor que mejor. Es la libertad vuelta al revés de Jarcha: la libertad con ira.

Es el tipo de libertad que abrirá las compuertas de par en par a la educación religiosa y monetaria. Y a cualquier servicio social que rente, sin que incluso a los fervorosos, humildes y con el agua al cuello, les importe, que el tsunami de la revolución reaccionaria es tan excitante que cómo no subirse encina. Y, sobremanera, la sanidad: la línea que separa la vida de la muerta; la línea que separa el bienestar del dolor; la línea que separa los decentes centros de salud y hospitales de los indecentes centros primarios y secundarios atendidos por conglomerados capitales del horror.

(Ocurrió en Asturias, en un hospital público. Un singular especialista le dice a una paciente: es usted «todavía joven» para pasar por el quirófano, pero si usted «dispone de 16.000 euros», yo la opero «por la privada y usted queda como nueva, ya lo verá». «Doctor», responde enrojeciendo por la vergüenza la paciente, «yo no tengo tanto dinero». Pobrecilla, una ingenua oveja a poco más de un metro del hocico babeante del lobo. También aquí, en Gijón, otra médico, que, como tal, hizo el juramento hipocrático, o sea, uno de los juramentos más hipócritas urbi et orbe, pacta con Vox una política de desigualdad para con los ciudadanos de la villa. El premio, la alcaldía. La premiada, ya lo saben: Carmen Moriyón, la «sanitas sanna» de Foro, o la penúltima entrega de «Fausto»).