El voto de los asturianos residentes en el extranjero no ha sido la grieta por la que finalmente la «ola azul» penetrase en Asturias.
Los números son tozudos. Tan cierto como que el Partido Popular ha incrementado sus apoyos, y notablemente su representación en la JGPA, es que el PSOE ha vuelto a ganar las elecciones autonómicas y continuará al frente del ejecutivo asturiano.
El PP de Asturias nunca ha sido un partido marginal con vocación de bisagra; su posición es la de alternativa con posibilidades reales de aplicar sus políticas desde el poder.
En base a esta concepción todo resultado que imposibilite ejercer la labor de gobierno constituye un fracaso.
Es humano celebrar —mas aún cuando se arrastran lustros de muy malos resultados— todo aumento de votos respecto a citas electorales anteriores, pero carente de utilidad.
Resulta más productivo entregar todo el esfuerzo a una reflexión serena que explique por qué Asturias se ha visto privada de esa apuesta ciudadana mayoritaria que el pasado 28 de mayo ha llevado al centroderecha al gobierno de plazas que parecían inexpugnables.
Tan injusto como responsabilizar a Diego Canga de la derrota sería señalar que a él se debe el aumento de representación de los populares en ayuntamientos y en el parlamento autonómico.
A tenor de la clave en la que el electorado ha ejercido su derecho al voto parece que el resultado del PP en el Principado habría sido el mismo ocupase quien ocupase el primer puesto de la lista.
El análisis se torna distinto cuando de elecciones municipales se trata.
La propia demografía de Asturias presenta una mayoría de concejos en los que el trato de los candidatos con sus vecinos es directo. Cobra en este ámbito gran importancia quiénes integran la lista, cómo se realiza la campaña electoral y, muy importante, el trabajo realizado en los últimos cuatro años desde la oposición o el gobierno. En la mayoría de los concejos la influencia de las siglas se achica.
Por todo ello es digno de reconocimiento que el Partido Popular haya mantenido las siete alcaldías que ocupaba este último mandato, mejorando en algunas su resultado hasta alcanzar la mayoría absoluta, sumando ocho nuevas y convirtiéndose en llave de gobierno en otra media docena.
Del mismo modo deben ser analizados casos, como los de la mayoría de los municipios de las cuencas del Nalón y Caudal, donde los populares, pese a frenar una deriva que parecía dirigirles a la extinción en la última década, siguen obteniendo una representación marginal en las distintas corporaciones municipales. La incapacidad de aglutinar el voto descontento con la izquierda gobernante se traduce en los resultados y, también, en la entrada de VOX en varios de los ayuntamientos de las cuencas citadas.
El contador para las autonómicas de 2027 se ha puesto a cero. El tan celebrado, pese a ser insuficiente, aumento de integrantes del grupo parlamentario popular —de diez a diecisiete— deberá traducirse en un trabajo más productivo. Cuatro años, por delante, en los que los populares deberán ser capaces de exponer a los asturianos cómo desde la moderación y el sentido común se intentan construir puentes de colaboración con el gobierno autonómico, en favor del progreso de la región y, cuando esto no sea posible, presentar alternativas viables y sensatas.
En gran medida la posibilidad de que la labor de oposición sea ejercida con éxito estará condicionada por las formas con las que los populares se gobiernen a sí mismos. Descartada —a excepción del propio Diego Canga y un par de nombres mas— la oportunidad de convertir la elaboración de la lista autonómica en un profundo proceso de renovación, sólo queda confiar en que las viejas rencillas entre miembros del grupo parlamentario popular sean sustituidas por la convicción de que la única función de los citados diputados se circunscribe a la política autonómica, evitando conflictivas pugnas de carácter orgánico.
Sobre el devenir interno—siempre complejo— del Partido Popular de Asturias deberán ser los militantes de la organización quienes decidan.
Una vez pasadas las elecciones generales no habrá excusa alguna que justifique continuar retrasando la celebración de un congreso que ponga fin a la actual situación de interinidad y devuelva la democracia interna a la organización.
Si el próximo 23 de julio la dirección popular asturiana tiene algo que celebrar no deberá ser exclusivamente la victoria del Partido Popular en las elecciones generales, si no el haber contribuido a través del éxito electoral de sus candidaturas al Senado y al Congreso de los Diputados.
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