Derrame político

OPINIÓN

Ione Belarra y Yolanda Díaz durante un acto institucional organizado con motivo del Día Internacional del Orgullo LGTBI
Ione Belarra y Yolanda Díaz durante un acto institucional organizado con motivo del Día Internacional del Orgullo LGTBI FERNANDO ALVARADO | EFE

10 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

No sé si intentasteis usar la pantalla táctil del móvil cuando tiene gotas de agua. Estas pantallas funcionan por la conducción eléctrica de nuestro dedo, que cierra un circuito con otro conductor de la propia pantalla. Cuando esta mojada, el agua se lleva de paseo a esa pequeña carga eléctrica de nuestro dedo y la máquina actúa sin control. Intentas abrir el WhatsApp y la máquina se pone en modo avión o te informa del porcentaje de humedad. Apretamos con más fuerza el dedo sobre la pantalla borracha como si así fuera a obedecernos, igual que hablamos más alto a los extranjeros como si así fueran a entendernos. Los estados emocionales negativos y la desorientación hacen en nuestro cerebro un efecto parecido al agua en la pantalla. Las ideas patinan y los razonamientos desbarran sin control, como la electricidad en el agua, y te enfadas con las feministas por lo harto que estás de los independentistas o maldices la sostenibilidad medioambiental porque no te renuevan el alquiler. La verdad y la falsedad flotan en nuestro cabreo a la deriva y los ingenieros del malestar hacen su trabajo de confundirnos. Así encaramos la nueva campaña electoral: polarizados, cansados, a la vez irritados y aburridos, y, según se va a la izquierda, con muermo y desmovilización. Enseguida subirá la estridencia.

Tengo la sensación de que cuanto más descreimiento y desafección haya en la población, cuanto más convencimiento haya de que todos son iguales, más puede afectar la campaña electoral a los resultados de la votación. Los humanos tendemos a la avaricia cognitiva. En la vida cotidiana, no pensamos con lo que sabemos sino con lo que tenemos en la cabeza, que siempre es una porción muy pequeña de nuestra sabiduría. Cuanta más atención pongamos en la vida pública, más criterio tendremos sobre muchas cosas y más fundamento en más hechos y más razones tendrán nuestras decisiones. Los fuegos artificiales de una campaña electoral afectarán poco a nuestras valoraciones, porque somos más generosos cognitivos y hacemos intervenir en esas valoraciones muchas experiencias, datos y ratos de análisis. Pero la situación de partida es que mucha gente está en mala situación o percibe mal la situación general y no tiene claro qué debería ocurrir para que mejorara. El goteo de corrupciones, falsedades, maneras degradadas e intereses espurios, junto con la desorientación general, desafecta a la gente de la política. Y en ese estado aumenta la avaricia cognitiva. Aumenta la tendencia a valorar las cosas con muy pocos datos, a tomar decisiones a partir de tres o cuatro tics que nos ofenden o que nos desahogan y a pensar solo con los datos más recientes y más activados que tengamos en mente. En ese estado, las pulsiones de una campaña electoral y los escándalos o subidones de última hora sí pueden afectar significativamente a los resultados. No es un asunto menor que el 28 de mayo casi un tercio de los votantes hayan decidido su voto en los últimos días.

Pedro Sánchez sorprendió con la convocatoria electoral y metió electricidad en su alicaída clientela. Tras el primer momento de pasmo, cabe pensar que el PSOE tiene a mano esos cientos de miles de votos que se quedaron huraños en casa. Vox perdió muchos votos, aunque la representación conseguida le dé más poder porque formará gobiernos con ella. El potencial de Sumar es mucho mayor que los catastróficos resultados de Podemos. Cierta corriente eléctrica circuló por la clientela progresista. Desconozco el planteamiento de campaña que hará el PSOE. Todo se puede enderezar, pero los primeros aires no suenan bien. Parece que hará un llamamiento a «la mejor España». En el juego de varias Españas, unas mejores que otras, el PSOE lleva las de perder con la derecha y los ultras. La izquierda se queda sin saliva muy pronto en el discurso patriotero (felizmente; poco tiene que decir y mucho tiene que ocultar quien solo repite el nombre de la patria envuelto en una bandera). Además, la mejor España de las derechas es concreta y visual. La mejor España conservadora se deja ver en una sala con el padre leyendo el periódico, la madre tejiendo, la cría jugando con una muñeca y el crío haciendo onomatopeyas con un coche. La mejor España progre, esa España abierta moderna, plural, tolerante y toda esa retahíla, solo se puede expresar en palabras manidas, no en imágenes que condensen la idea.

Después soltaron que Sánchez sabe inglés. Y se quedaron cortos. Sabe inglés y además es más guapo que Feijoo, que no sean modestos. Uno de los locos de Radio La Colifata, al que llamaban El Filósofo, decía que «la locura es como la humildad; no bien el que la tiene se da cuenta de ella, la pierde». El loco que se sabe loco no está tan loco y el humilde que se sabe humilde no es tan humilde. La gente está acostumbrada al autobombo electoral. Pero la intuición común distingue la propaganda del engreimiento y hay vanidades que no gustan. Que no sigan por ahí. Y una tercera pata que asomaron es la de obligar a Feijoo a confesar su programa, desenmascarar sus verdaderos propósitos. Fijar la atención en el programa del PP es ejercer ya de oposición. Así a Sánchez se le pondrá cara de Rubalcaba.

Mientras escribo esto, se supone que Podemos irá con Sumar. Ya hubo error y daño. Los tiempos lo son todo. Si llamamos a una empresa, debe descolgarse el teléfono en dos o tres tonos. Si tardan hasta el octavo tono, transmiten sensación de desorden o escasez de medios. La negociación debería haber acabado rápido. Así, lo que fuera se transmitiría como algo claro, seguro, enérgico. Demorar hasta el último momento la decisión transmite cansancio, desconfianza, muchos flecos que suelen nombres y sillas, y desde luego transmite poca claridad. Sería raro que una confluencia sobre la campana fuera seguida de una estrategia unitaria, enérgica y sentida. El alargamiento dio lugar a un montón de cacofonías en las redes, a trincheras solidificadas y a debates ajenos al interés de la ciudadanía. Esto debería haberse decidido en una tarde. Ahora no parecen bien avenidos con lo que hubo que oír por la demora. Se oyó de todo, menos el clarísimo mensaje de los votantes, que pocas veces fue tan audible. Todo se puede enderezar, pero el proceso apuntó a un pan con unas hostias. Y la preguntita de Podemos a las bases se las trajo: «¿Aceptas que el Consejo de Coordinación de Podemos, siguiendo el criterio de unidad que marcó el Consejo Ciudadano Estatal, negocie con Sumar y, en su caso, acuerde una alianza electoral entre Podemos y Sumar?». El PSOE fue más claro con aquello de «OTAN, de entrada no». Lo bueno de la pregunta es que un sí respalda cualquier cosa. Incluso en la cuenta de Canal Red, dado que votaron 50.000, se decía: si hubiera habido primarias … Lo dicho, una pregunta que sirve para todo, hasta para ganarle a Yolanda Díaz las primarias.

Hace años, Valdano le dijo a Florentino que la afición no vibra con un balance económico, sino con fútbol. La izquierda no suele avanzar sin ilusionar. En 2014 Podemos denunció, protestó, agitó. Pero también ilusionó y por eso llegó a estar arriba. Si hablan de tu pueblo en el informativo nacional, sientes el placer del momentáneo protagonismo y avisas a quien esté en la cocina para que no se lo pierda. Te ilusionan cuando te hacen sentir ese protagonismo que se siente cuando hablan de ti mejor que tú mismo, cuando te reconoces en la circunstancia que dibujan, cuando ves que eres como otros y que eres parte de algo mayor que tú, cuando aparece un camino que no veías y una energía que te faltaba. Es como cuando una canción te hace mover un pie sin darte cuenta. Podemos y Yolanda Díaz tienen derecho a contestar a la pregunta de La vida de Brian, ¿y qué han hecho por nosotros los romanos?, con una retahíla de cosas que sí se hicieron y en las peores circunstancias. Pero Valdano tenía razón, un buen balance no basta. El desfile de ramplonerías y estupideces de estos días y de días anteriores no ilusionó, sino que desmovilizó y amuermó. Todo se puede enderezar. Si dejan de hacer el chorras.