Aunque igual por el momento político que estamos viviendo tras los resultados electorales del 28-M tocaría opinar de este asunto, pero debido a las muchas opiniones que está habiendo al respecto, prefiero hacerlo en otra ocasión y comentar sobre otro problema latente y grave que tenemos el conjunto de la humanidad: las consecuencias del cambio climático, el cual parece que para la clase política que acaba de salir elegida no suscita demasiado interés.
Es tanta la insistencia del ser humano en su especulación contra la naturaleza, que empezamos a ver ya de forma clara sus consecuencias y los efectos catastróficos que esto produce en todo el entorno natural y en el conjunto de la humanidad.
El cambio climático incide de forma muy evidente en la supervivencia de todos los seres vivos que habitan el planeta y como es lógico, también en toda la economía mundial. Todos los sectores productivos se ven muy afectados por sus consecuencias: la pesca, la agricultura, el turismo, los alimentos que consumimos…Los eventos climáticos, que cada vez se producen con mayor frecuencia ,como las inundaciones en las zonas costeras, o los incendios, como los que nos visitan muy a menudo y cada día más cerca, además de los daños directos a las vidas que habitan el planeta, obligan a invertir enormes cantidades de dinero en reconstruir ,para ayudar a paliar daños a viviendas, territorios, infraestructuras y espacios naturales que nunca volverán a ser lo mismo.
Las transformaciones que se están experimentando en todo el planeta son tan profundas y rápidas-en términos geológicos-que muchas especies, incluida la humana, no les da tiempo a adaptarse. En un mundo vivo que está conectado y unas especies dependen de otras, al amenazar a una especie se amenaza al resto que conforman la cadena.
El ritmo de la desaparición es tan preocupante y dramática, que la mayoría científica considera que estamos atravesando una crisis global de extinción total de la Biodiversidad, pese a ello los especuladores de la destrucción de la madre tierra persisten en su empeño a cambio de incrementar sus riquezas de la forma más rápida, tan rápida como la propia destrucción.
Aunque afortunadamente, cada vez son más las personas conscientes de que el planeta se derrumba y de que algo hay que hacer, la repercusión de esta crisis sobre la economía, la política, la salud y el bienestar de las personas que sufrimos las consecuencias de esta crisis climática, sigue habiendo una mayoría a la que esta situación le pasa inadvertida, como si la crisis ecológica fuera un asunto despolitizado, cuando en absoluto lo es. Pero plantar cara a la difícil situación a la que nos enfrentamos, requiere afrontarla políticamente y revisar algunas creencias y convencimientos que constituyen la normalidad que desencadena también una crisis de civilización.
Es imprescindible entender que no hay economía o sociedad sin naturaleza. La economía es la subsistencia de la biosfera, no al revés. La crisis ecológica es el eje principal de la crisis económica.
A finales de los años setenta el capitalismo utilizo todos los mecanismos a su alcance para apropiarse de todos los medios naturales que son propiedad de la humanidad, tierra, energía, agua, animales, minerales, urbanización masiva, privatizaciones y explotación de trabajo humano incluido el infantil en los países pobres del planeta.
Los mecanismos financieros, la deuda de las compañías y empresas dedicadas a la especulación de los recursos naturales y todo un entramado de leyes y tratados internacionales ,constituyen el arma más potente de la impunidad que les abre el camino para que a través de complejos montajes económicos transnacionales, refrendados por gobiernos de diferentes signos políticos, despojen a los pueblos de sus propiedades, exploten los territorios, desmantelen todas las redes de protección pública y comunitaria que pudiesen existir y repriman a las resistencias que se oponen al robo de sus riquezas naturales y medios de subsistencia.
El cambio climático no es un fenómeno reciente. Las poblaciones se fueron desplazando temporal o permanente durante periodos de adversidades climáticas. Sin embargo, este fenómeno crece de forma alarmante como consecuencia de la interacción entre el declive de recursos naturales, la alteración, en la mayoría de casos irreversible, de los ciclos naturales y el crecimiento de la población. Todo el planeta tierra se encuentra al borde de una catástrofe humanitaria de incalculables dimensiones.
No hay negacionismo que valga en algo tan evidente como el cambio climático que estamos padeciendo el conjunto de la humanidad. La subida descomunal de las temperaturas como las vividas el pasado verano y esta primavera, la ausencia de lluvias, las sequias, además de otros fenómenos, son consecuencia de la especulación del ser humano contra la naturaleza, sin que la comunidad internacional ponga el más mínimo interés en parar esta catástrofe, que parece avanzar, hacia lo que tantas veces llamamos el fin del mundo.
Hay que buscar soluciones urgentes a la crisis climática. Estamos en un momento histórico de declive ecológico en el que no cabe perder más tiempo, ni mirar para otro lado mientras este se destruye por la ambición del ser humano.
Llama poderosamente la atención, que los partidos políticos y sindicatos no tengan un concepto claro y definido sobre las consecuencias del cambio climático y consideren que la aplicación de medidas por parte de las empresas tenga un enorme desembolso económico y que ello vaya a suponer cierres de empresas, cuando ellos mismos y de forma permanente aceptan cierres de sectores industriales, sin más razones que las de un mayor beneficio económico y especulativo.
Existen ejemplos claros de que la inversión es compatible con el medio ambiente, de hecho, el sector eléctrico y el cementero han efectuado inversiones importantes en medidas de mejora medioambiental, sin que ello originara un problema insalvable, sino todo lo contrario, son más competitivas, mantienen el empleo y contaminan menos.
En estos momentos es necesario que el Gobierno Español y los del resto de la unión europea, al igual que lo están haciendo las organizaciones ecologistas, inicien un proceso de sensibilización y de normas que se deben de establecer con empresarios, ciudadanos/as, entidades políticas, sociales, culturales, sindicales etc. Con el fin de avanzar hacia la consecución de un desarrollo sostenible.
Está claro y nadie duda que las empresas tendrán que hacer un esfuerzo importante, pero si no somos capaces de entender la necesidad de parar el actual cambio climático, perderemos todos.
Los datos que se conocen a través de distintos estudios realizados por movimientos ecologistas, son tremendamente preocupantes. Un ejemplo claro que nos tiene que servir de referente es el del pasado verano. Un verano tan caluroso, solo debería producirse una vez cada 46.000 años, sin embargo, el calor del pasado año, se va a producir cada vez con más frecuencia. Para finales de este siglo según los muchos estudios realizados, cada dos veranos es posible que sean incluso más calurosos que el de 2022.
No hay tiempo que perder, es necesario que los procesos para la aplicación de medidas más ambiciosas que las aplicadas hasta ahora, no se retrasen y comiencen a desarrollarse lo antes posible, ya que los científicos han dejado claro desde el principio, que las reducciones necesarias para el cambio climático hasta niveles no peligrosos, son mucho mayores que las del 5,2% que se estableció en su momento para el protocolo de Kioto, del orden del 50% para final de siglo.
Aunque pueda parecer utópico, para muchos de los que se benefician de este atentado contra un desarrollo sostenible de la naturaleza, la realidad de cambio climático se tiene que imponer, porque siempre el primer paso es más difícil que los demás. De ahí la importancia que hoy tiene para el conjunto de la humanidad la aplicación de medidas urgentes que conlleven a parar este desastre ecológico y destructivo de todos los seres vivos que habitan el planeta.
No hay excusas ni ideologías ante una gravedad de tal magnitud, si los que tienen la responsabilidad de proteger el planeta, sean del color que sean, siguen mirando hacia otro lado, solo nos queda aplicar aquella consigna tantas veces dicha. ¡Solo el pueblo salva al pueblo! Hagámoslo, somos muchos pueblos los que conformamos este planeta.
Cándido González Carnero, exsindicalista sector naval.
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