Nadie puede negar que las fuerzas que integran el gobierno de coalición -o que le dan apoyo parlamentario- han retrocedido, y que el PP ha ganado holgadamente las elecciones. ¿Pero cuáles son las razones? ¿España «ha girado a la derecha», cayendo en «la ola conservadora que ya domina en otros países», como nos repiten machaconamente? ¿El castigo al gobierno de coalición se ha producido por defender una política excesivamente escorada a la izquierda, o exactamente lo contrario?
Lo que ha sucedido es que una parte importante del electorado progresista, que sí fue a votar en 2019, esta vez no ha dado apoyo a un gobierno que ha defraudado sus expectativas. Bajo un gobierno de coalición de izquierdas se ha multiplicado el atraco de bancos y monopolios, que presentan beneficios récord mientras la mayoría vemos recortado nuestro nivel de vida. Y desde el ejecutivo representado por PSOE y Unidas Podemos se ha ofrecido como única alternativa un paquete de ayudas paliativas que no busca detener el atraco al 90% de la población española.
No se ha producido ningún «tsunami derechista». Es preocupante el avance de Vox, que gana presencia en autonomías y grandes capitales, pero sus resultados el 28-M están por debajo de los votos en las generales. El PP ha ganado una enorme cuota de poder territorial, pero lo ha conseguido gracias a que ha devorado por completo a Ciudadanos, condenándolo a su desaparición.
La clave de los resultados del 28-M no está en ningún «giro a la derecha», sino en la desmovilización de una parte del voto progresista, espoleada por un gobierno de coalición que no ha hecho lo que le correspondía. Si algo ponen de manifiesto estas elecciones es la urgente necesidad de una alternativa que pueda dar una respuesta al atraco monopolista de la inflación y al expolio financiero desde una política de redistribución de la riqueza.
Las claves de unas elecciones decisivas
La convocatoria de unas generales anticipadas, pocas horas después de que se cerrarán los colegios electorales, evidencia el terremoto político que han supuesto estas elecciones municipales y autonómicas. Frente a las valoraciones mayoritarias difundidas por los grandes medios, que solo buscan desmovilizar todavía más a la mayoría progresista, es imprescindible un análisis de los hechos y los números, para saber qué ha pasado y poder sacar conclusiones.
Los hechos se comen las promesas
Pedro Sánchez ha reivindicado durante la campaña una labor de gobierno que «ha protegido a los más débiles», y ha dosificado «promesas sociales», como el anuncio de 180.000 nuevas viviendas con alquileres limitados.
Pero la realidad ha triturado esta puesta en escena. Se han impuesto los hechos de unos trabajadores, pensionistas y autónomos que ven su nivel de vida recortado por el atraco de la inflación y la subida de las hipotecas, mientras bancos y eléctricas presentan beneficios récords. Esta es la razón que explica el vuelco electoral.
En las municipales de 2019 el PSOE fue la fuerza más votada, con 1,5 millones de votos más que el PP. Ahora en 2023, tras cuatro años de un «gobierno de coalición de izquierdas» durante cuyo mandato ha seguido avanzando el saqueo contra la población, ha quedado 700.000 votos por debajo del PP.
Ni Podemos ni Sumar
El panorama a la izquierda del PSOE está determinado por la debacle de Podemos, que no ha sido compensada por el avance de las fuerzas que ya han mostrado su apoyo a Sumar. No todo han sido malas noticias. IU ha incrementado sus votos allí donde se ha presentado en solitario, han irrumpido fuerzas de la España vaciada como Aragón Existe, y muchos partidos municipalistas y locales de izquierdas han mantenido sus votos e incluso ampliado sus apoyos.
Pero el desastroso resultado de las principales candidaturas ofrece un saldo negativo. Unidas Podemos ha perdido más de la mitad de los votos en las municipales, y ha retrocedido un 45% en las autonómicos. Podemos ha sido penalizado en algunos casos por una ley electoral injusta, que obliga a superar el umbral del 5% de los votos para obtener representación.
Pero sobre todo ha recibido el castigo de mucha gente de izquierdas, que no ha refrendado su labor de gobierno. El «escudo social» -basado únicamente en ayudas sociales que mitigan el sufrimiento más grave- no ha evitado el recorte del poder adquisitivo de una mayoría de la población.
Podemos no ha perdido votos por presentar una imagen «demasiado radical», como plantean medios y analistas de derechas, sino precisamente por no haber realizado desde el gobierno una política realmente de izquierdas, que por ejemplo subiera los impuestos a bancos, eléctricas y capital extranjero.
Aprovechar el momento
El PP ha ganado sin discusión posible las elecciones autonómicas y municipales. Suma casi dos millones de votos más que los cosechados hace cuatro años, tanto en los comicios locales como en las generales. ¿Por qué se ha producido este vuelvo electoral? ¿Acaso España «se ha vuelto de derechas»?
La realidad es que el PP ha sabido aprovechar el momento donde las condiciones eran óptimas, por el desgate del gobierno de coalición, porque no ha enfrentado los problemas reales de la población, como el atraco de la inflación y ha consumado la canibalización de Ciudadanos.
Más que malas noticias
Los resultados de Vox, la fuerza que más crece en estas elecciones, son algo más que una mala noticia. El apoyo de la ultraderecha va a ser decisivo para el PP anticipando el espectáculo del ejecutivo de Castilla León -con Vox en la vicepresidencia. La posibilidad de un «gobierno de los recortes sin complejos» con la ultraderecha es temible. Pero para movilizar a la mayoría progresista es necesaria una alternativa que defienda sus intereses.
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