El presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo, abraza a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo, abraza a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. RICARDO RUBIO | EUROPAPRESS

21 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La palabra es un arma para la guerra. Como la Geografía y la Historia. Como la Antropología y la Biología. La guerra adquiere, más allá de su enunciado esencial, otros camuflajes para ocultar que sea una guerra. Por contra, el terrorismo es fiel a su etimología, que es causar terror. Solo que la hermanamos con hábito, no tanto con la acción de un único individuo, exceptuando lo que se viene denominado «lobo solitario», en el caso, sobremanera, del yihadista, cuanto con grupos compactos exacerbados por ideas religiosas o políticas, principalmente. 

Entonces, y con una engañifa del tipo «la palabra como arma de guerra», el PP lleva tiempo agrediendo al PSOE de la misma manera que Rusia a Ucrania, con la salvedad de la sangre y otros «pormenores», pero con la misma inquina y objetivo: la liquidación del enemigo, con el obsceno argumento de que el Poder es nuestro (Ucrania es nuestra).

La constatación más preclara e impúdica de ello, pero asimismo de lo «otro» (el terror), como se verá enseguida, la protagoniza, y no cabría esperar lo contrario por su sucia trayectoria, Díaz Ayuso. Léase lo que declaró anteayer: «ETA está viva, está en el poder, vive de nuestro dinero, mina nuestras instituciones, quiere destruir España, privar a millones de españoles de sus derechos constitucionales y provocar una confrontación»

Restando a los acólitos pijos, también conocidos como los «cayetanos», tan copiosos en un Madrid de señoritos, dineros y aporofobia, y a las mesnadas de mendigos mentales, sin huella del debido ejercicio de reflexión y dimensión crítica (el deliberado incendio de las Humanidades es causa del incendio en las redes, que exponen hasta dónde llega la miseria); apartando a estos, decíamos, cualquiera, con el juicio libre de barro, apto, pues, para mirar de frente a la realidad, aunque le pese, comprobará la salacidad de esas palabras.

Porque Ayuso va más allá de la falsedad. Ayuso es una lasciva psicópata de la política. Ayuso traspasa todos los umbrales mínimos de la honestidad y de la vergüenza. Ayuso ha entrado en guerra con bombas de racimo para generar terror. Ayuso, por tanto, es una terrorista en su vertiente etimológica primera. Además, con su iterado «destruir España» no está apuntando a ETA, está apuntado a Pedro Sánchez, que, como es de sobra sabido, es su objetivo. ETA, España, etcétera, son las bombas de racimo de esta Gorgona de la que cabría preguntarse qué no sería capaz de hacer durante la Guerra Civil y la Guerra de los 38 Años que siguió a la Civil.

Esta cabeza de serpientes que anida en la Puerta del Sol no aspira el próximo domingo a seguir emponzoñando Madrid. Tampoco a darle una patada en los huevos a Núñez Feijoo y a quien en el PP le haga frente. Su aspiración es absorber a Vox y fundar una formación fascista para barrer justamente España de toda oposición, interna o externa, a izquierda o derecha. Ella es el Poder. El Poder Absoluto. A lo Luis XIV, «el Estado soy yo». «Y solamente yo», apostillaría esta demente. 

Recurrimos para terminar a la intervención del presidente del Gobierno en su último enfrentamiento con Feijoo en el Senado. No lo hacemos por ser presidente. Ni por ser socialista. Lo hacemos para honrar a la Verdad.

Primera verdad: España derrotó a ETA hace 12 años, «salvo para el PP y Vox».

Segunda verdad: Zapatero, Rubalcaba y Patxi López fueron quienes lo hicieron posible [el fin del terror], y esto ustedes no lo pueden digerir, no lo pueden soportar.

Tercera verdad: Aznar, en La Moncloa, negoció con ETA y, además, «se rebajó a la infamia» de llamar a ETA «Movimiento Vasco de Liberación Nacional».

Cuarta verdad: Con Miguel Ángel Blanco [concejal de Ermua por el PP] recién asesinado, el «Gobierno del PP acercó ese año a 120 presos de ETA a cárceles vascas y excarceló a otros 311», y Aznar lo justificó diciendo que «tomar posesión de un escaño es mejor que tomar las armas».

Quinta verdad: «Ustedes hicieron lo imposible» para que fracasase la rendición de los etarras y llegaron a la bajeza de acusar al presidente Zapatero de «traicionar a los muertos» y al ministro del Interior, Rubalcaba, de «ser colaborador de ETA».

La sexta y última verdad: Fue el portavoz del PP, Borja Sémper, quien, tras la extinción de ETA, dijo que «lo importante es que ETA se acabó» y que el futuro se «tiene que construir también con Bildu».

Pedro Sánchez concluyó su intervención dirigiéndose al portavoz popular en el Senado, Javier Maroto, quien, cuando era alcalde de Vitoria, hace diez años, sostuvo que «no me tiemblan las piernas por llegar a acuerdos con Bildu», y ahora, le espetó Sánchez a Feijoo, «se sienta a su lado en esta cámara y sonríe cínicamente». 

(Ha de subrayarse en este contexto que, tanto Javier Maroto como Cuca Gamarra, la portavoz pepera en el Congreso, ya lo eran con Pablo Casado, que los nombró, y que, en horas, abjuraron de él y se pegaron como lapas al gallego tras la Gran Hostia que Ayuso propinó a su mentor Casado. Interrogante: ¿qué será de ellos, de Gamarra y Maroto, cuando la demente de Sol se cargue al burdo Feijoo? Pero, sobre todo, ¿qué será de los pobres diablos madrileños que ven, obnubilados, a una Santa en lugar de una Víbora?).