Quién sabe si al señor de la imagen se le ha puesto la azotea como un bombo de orquesta sinfónica después de escuchar la retahíla de planes geniales que Yolanda Díaz tiene para este país. Por prometer que no quede. Estamos en las fiestas de la Ascensión de Santiago, donde en cualquier momento puede romper a llover, pero a ella le da igual, tiene la extraña capacidad de no pisar un charco. La cámara capta el instante en el que el señor cabezudo hace una reverencia a la vicepresidenta de Sánchez y, para más señas, líder de Sumar. Ella sonríe, como de costumbre, claro que a estas alturas no se debería pasar por alto que la sonrisa de Yolanda es muchas veces la antesala de la daga de Yolanda, que se lo pregunten a un tal Xosé Manuel Beiras. La mañana de la vice transcurrirá entre saludos a diestro y a siniestro. A este paso, acaba fundiéndose en un abrazo con Pablo Iglesias. Ya se sabe que Dios los hace, luego se apuñalan y, si los escaños y los cargos peligran, ellos se juntan.
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