El exceso de calor mata. Esto es algo que sabemos todos. La muerte de trabajadores y personas vulnerables por el calor en verano en España solo es la punta del iceberg. El exceso de calor perjudica la salud y además convierte los días en un infierno, más si encima tienes que trabajar a altas temperaturas sin ningún medio para refrescarte, como es el caso de miles de trabajadores de este país que sufren las consecuencias de la irresponsabilidad patronal todos y cada uno de los veranos.
El anuncio por parte de Yolanda Díaz de la prohibición de trabajar en exteriores cuando exista alerta roja o naranja de la Aemet ha suscitado mucho jolgorio, mucha risa y cierto escándalo entre las filas conservadoras y muy conservadoras. En el centro de esta tormenta de basura informativa en la que vivimos inmersos en el siglo XXI, estas personas están diciendo sin sarcasmo alguno que Yolanda Díaz quiere prohibir o regular el calor. Es como si dijeran que el alcalde de Ourense ha sido multado por conducir o que una concejala madrileña de Vox ha sido detenida por ejercer la libertad de comercio.
Algunos de estos conservadores, cargos políticos o no, han hablado de sentido común a la hora de trabajar en verano, pues como todo el mundo sabe, el currito de la construcción puede decirle al jefe que no va a seguir trabajando a cuarenta grados a la sombra por su seguridad sin que eso tenga consecuencia alguna, pues es de dominio público que los jefes españoles son empáticos y poseen un corazón de oro a juego con el reloj. Todo esto ha venido, obviamente, de personajes que no sudan en el trabajo y disponen de aire acondicionado y agua fresca (algunos no tenemos esto último en el trabajo, sorpresa, y debemos desplazarnos fuera de la línea del mismo para poder beber) y piensan, como casi todo el mundo, que ya no existen trabajos fuera de una oficina y, a nivel subconsciente, que quienes todavía ejercemos trabajos físicos somos demasiado vagos para llegar hasta donde ellos han llegado aunque nuestros trabajos, por su dureza, requieran mucho más esfuerzo que el de quien trabaja en condiciones más humanas. Es un castigo neoliberal por nuestros pecados. Los curritos que sudamos trabajando a altas temperaturas somos enfermos morales para los conservadores.
Como todo en esta vida, el trabajo debe ser regulado. Reírse de ello es tener la misma empatía que una piedra. Pocos empresarios por sí mismos iban a tener ese sentido común que se solicita cuando lleguen alertas de Aemet, así que en exteriores debe ser regulado con dureza, sin flexibilidad de ningún tipo. A alguna columnista venezolana que se pasa el día de playa en playa le sorprendería saber que aunque en interiores hay una regulación al respecto desde hace décadas, miles de empresas se la llevan pasando por el forro esas mismas décadas sin que a nadie le importe lo más mínimo. El único sentido común que se conoce en muchísimas empresas españolas es el de la entrepierna del que manda, que no suele pensar mucho. Hacer chistecitos sobre si el gobierno va a regular el diámetro de los paraguas o el grosor de los abrigos es propio de la frivolidad con la que mira todo la gente con dinero, que por lo que sea, no prefiere trabajar en exteriores a cuarenta grados a la sombra.
Lo que pretende la derecha, mediática o política, que en España son exactamente la misma, es que cualquier mejora en las vidas de quienes lo pasan mal entre dentro de ese cóctel que han preparado en el que cabe todo y que recibe el nombre de woke. ¿Te quejas del calor?, pues eso es woke aunque te estés muriendo barriendo una calle a las cinco de la tarde en julio en Sevilla. Los derechos laborales, las mejoras en las condiciones de trabajo, son caprichos de niños malcriados, y eso lo piensa gente que sabe mucho de ser un niño malcriado aunque sea incapaz de ver que lo es.
Se llenan las redes de machotes relatando un pasado cruel en la mili o en el colegio y de lo mucho que les ayudaron a convertirse en hombres de verdad el calor y los malos tratos institucionales, aunque al leer a este tipo de gente solo puedas pensar que ser un «hombre de verdad» es a lo que menos deberías querer parecerte.
Vienen tiempos difíciles con el cambio climático negado por prácticamente toda la derecha en mayor o menor medida. Las decisiones a tomar para evitar o paliar el sufrimiento de millones de personas van a ser combatidas salvajemente por una derecha fanatizada y delirante. A quienes más les gusta llenarse la boca sobre el cumplimiento de las leyes es a quienes menos les gusta la ley en general, y por eso llega un momento en el que sacan eso del sentido común. Pues bien, el sentido común no existe, existe la ley. Cumplan la ley y cállense, salvajes preilustrados.
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