Si esta imagen fuera un fotograma de una película podríamos estar hablando, y no solo por el encuadre de la cámara, y no solo por la mirada torva del protagonista, y no solo por ese cinematográfico vaso de agua fría, de Sed de mal, obra maestra de Orson Welles. Pero claro, quizá el título le venga grande o, mejor dicho, pequeño, pues esta película a la que estamos asistiendo en riguroso directo ni la está rodando Welles ni en ella aparece el propio Orson, ni Charlton Heston, ni Marlene Dietrich. En esta película el reparto ha actuado y actúa rematadamente mal, corrige mal sus malas actuaciones y se arrepiente muy mal de lo hecho, eso cuando se arrepiente. No hay más que ver a uno de sus actores principales, sería un exceso llamarle galán, Arnaldo Otegi, en el momento de esta rectificación interesada y a regañadientes, hablando de «avanzar y no generar zozobra». A este paso, querrá que se le llame Mahatma Otegi. El caso clínico es que algunos ya lo hacen.
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