El Banco de España en su informe anual vuelve a incidir en uno de los problemas estructurales de la economía española como es el desempleo. No solo en términos de tasa de paro (actualmente en el 13,26%) sino en términos de duración y persistencia del desempleo en casi un quinto de la fuerza laboral en España.
En este sentido, aunque la apariencia de los datos de afiliación puede distraernos de pensar que el mercado de trabajo va bien (cada afiliado adicional tiene marginalmente un número menor de horas de trabajo efectivas, una duración de contratos menor y la temporalidad no prohibida de facto en la Administración pública), estamos en un momento en que es preciso volver a señalar la necesidad de generar incentivos para reducir el desempleo, siendo uno de ellos la reforma de las políticas activas de empleo, la práctica inutilidad del Servicio Público de Empleo a la hora de casar oferta y demanda de trabajo o la más conocida de todas como es reformar la prestación por desempleo.
La recomendación de política económica que da el Banco es acortar el tiempo en que se percibe (un 5% que en el caso de un año no llega a 20 días) y aumentar 2 puntos su cuantía durante el mismo período sobre la base reguladora (el límite máximo del paro es de 1.575 euros mensuales). Se cobraría el paro menos meses, pero con una cuantía mensual mayor, y el total sería el mismo que ahora.
El problema actual es que puede que el seguro de desempleo no sea el principal determinante del alargamiento del período en que se está sin trabajo. En los últimos años han aparecido diferentes subsidios de carácter permanente que desincentivan la oferta de trabajo: desde el Plan Prepara hasta el ingreso mínimo vital, pasando por la pléyade de ayudas de ámbito autonómico. Tanto por las cuantías que se ofrecen como los requisitos para acceder a ellas, la legislación dirige al desempleado a dedicar sus esfuerzos más a ser buscador de rentas que a conseguir un mejor empleo que el anterior con mejores condiciones laborales y retributivas.
A ello contribuye decisivamente la gran ineficiencia del SEPE. Si en algún momento futuro se acorta el tiempo de percepción del paro, será imprescindible contar con un buen sistema de casación de oferta y demanda ya que, al tener menos tiempo para buscar un nuevo empleo, el parado se verá presionado a aceptar ofertas que pueden ser menos adecuadas a su perfil y cualificación, con tal de aceptar rápidamente un nuevo empleo antes de que se acabe el subsidio.
Este punto es de gran interés proveniente de un estudio de José Ignacio García Pérez y Yolanda Rebollo para Fedea (2015) en el cual analizan los efectos de la duración de la prestación por desempleo sobre el nivel de ocupación. Quizá el aspecto más positivo es el impulso a un mayor dinamismo en el mercado, pero habida cuenta del fenómeno creciente de la parcialidad de las jornadas de trabajo, ya no es tan positivo como podía haber sido hace unos años.
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